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Fútbol | 37ª jornada de Liga

El bailarín de acero

Capello encomienda a Diarra la misión de echar el cerrojo del Madrid en La Romareda

Diego Torres

"¿Cómo no voy a ser un gran bailarín?", dice Mahamadou Diarra, con profunda voz de barítono, apuntando sus dos ojillos de tuareg al interlocutor ignorante. "¡Si soy africano...!".

Además de tener la pelvis más flexible de la plantilla del Real Madrid, este futbolista nacido (1984) en Bamako, la capital de Mali, es una de las apuestas más firmes de Fabio Capello para poner el cerrojo al campo esta noche en La Romareda. "Es un destructor", sintetiza Sergio Ramos; "cuando él se mete entre los centrales, tienes la tranquilidad de que no va a dejar pasar a nadie limpiamente".

Diarra es el único jugador madridista, junto con Casillas y Van Nistelrooy, que participó en las 22 victorias del equipo en la Liga. En las mezclas de Capello siempre hay ingredientes insólitos. Salvo Diarra. El maliense es la esencia de la receta. Esta noche, ante el Zaragoza, no será una excepción. El campo es pequeño, apto para no tener mucho el balón y encerrarse a esperar. Ésta es la táctica que planea Capello para el partido que le puede dar su segunda Liga.

"Cuando se mete entre los centrales, no deja pasar a nadie", dice Ramos del maliense
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"Estoy contento por una cosa", dijo ayer Capello; "el Zaragoza necesita ganar. No estarán tranquilos. Estaremos psicológicamente igual que ellos". El italiano es de esos técnicos que, instintivamente, examinan la debilidad del adversario antes que la propia fuerza. Ayer se mostró feliz al considerar que el Zaragoza debería tomar la iniciativa. Esto le permitiría replegar al Madrid a la espera del error ajeno. Y para esperar, para jugar a no tener el balón, Diarra es un fenómeno. Por si fuera poco, reboza "espíritu".

"Seguro que en todos los equipos siempre hay uno que tiene más espíritu de equipo que los demás", dice Capello; "él vino de un equipo como el Lyón en el que este espíritu de colaboración ya existía. Es la clase de jugador que exige ganar al grupo. Ahora muchos jugadores del Madrid han entendido este espíritu".

Lo único que preocupa a Capello y sus ayudantes cuando examinan a Diarra es su tendencia natural a la libertad espiritual y física. "Es africano", dicen. Con ello explican su tempranera asociación con Cassano. Ambos formaron una pareja díscola y ruidosa que a comienzos de la temporada empujó la paciencia del entrenador al límite. Ahora Diarra se muestra más sosegado. Su esposa, una maliense de ojos verdes, y su hijo ya se han instalado en Madrid. Y él disfruta de los viajes con el equipo dedicado a la contemplación y a la música subsahariana contemporánea. No es raro verle tendido en los aeropuertos, o en los aviones, ocupando varios asientos, o algún rincón, con la cabeza hundida en dos auriculares profesionales. Ayer, mientras el avión se aproximaba al aeropuerto, se quedó mirando La Romareda como si intentase medir la superficie que le corresponderá defender hoy.

Sus compañeros agradecen su derroche energético. "Es muy fuerte y tiene un carácter que contagia optimismo", apunta Ramos; "estos jugadores, un poco excéntricos, son imprescindibles en un vestuario".

Emerson menea la cabeza. "Diarra es el que más habla de todos", dice su pareja en el medio centro; "no para de dar indicaciones. El problema es que, como habla en francés, nadie le entiende".

Diarra cree en la magia del diálogo. Ignorando por completo los obstáculos culturales, el hombre se desata en la lengua de Balzac sin importarle que su auditorio esté compuesto por gente de Pelotas, Belo Horizonte, Sevilla, Pontevedra o Nápoles. "¡Tenemos que hablar más!", suele decir; "¡si no queremos que nos saquen tantas tarjetas, tenemos que hablar en el campo! El diálogo es importante para todo. Para el fútbol también".

En el entrenamiento de ayer, Capello montó un partido en campo reducido mezclando titulares con suplentes. Gago y Emerson formaron en un bando. Diarra, en el otro, con Guti. Emerson se marchó eufórico. Dando golpes a la puerta del vestuario. Señal de que jugará, tal vez. Decía: "Estoy a punto". Sobre Diarra no hay dudas. Es el ingrediente fundamental y él sabe la razón. Dado a proferir exabruptos, cierto día salió de Valdebebas gritando a todo pulmón. Como si estuviese en medio de un desierto: "¡Sooooooy el que más correeeeee...!".

Diarra pide el balón a un compañero.
Diarra pide el balón a un compañero.RICARDO GUTIÉRREZ

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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