Tequila, sexo y melodrama
En Destilando amor, la nueva telenovela de TVE-1, la protagonista y su madre son capaces de cualquier cosa para no perderse un capítulo de su telenovela favorita. Un mundo que se retroalimenta. Este estreno es, a su vez, una adaptación mexicana de otro culebrón colombiano titulado Café con aroma de mujer. En este caso, la trama se desarrolla en una plantación de agave azul, la planta que se usa en la fabricación del tequila. En la versión colombiana transcurría en un cafetal y, entre desamores, traiciones, lágrimas y achuchones, la historia permitía conocer los detalles de la elaboración del café, las zonas de producción, etcétera. ¿Melodrama didáctico? Ahora, los mexicanos han querido promocionar también su producto más típico. ¿O publimelodrama? La cosa es no dar puntada sin hilo.
La historia recurre a los elementos habituales: él rico y ella pobre. Un joven hacendado y una jornalera. El patriarca muere y uno de sus herederos, guapo e impotente, se enamora a primera vista de la jimadora, bella y bravucona.
Se cae en todos los lugares comunes, frases hechas y situaciones previsibles. Hay machismo a espuertas, puritanismo hipócrita, malvadas maquinaciones egoístas y avariciosa ambición. Un clásico.
Sin embargo, el primer capítulo tuvo una escena interesante al final. Una especie de antiboda. O boda negra.
Hay una misa de cuerpo presente. El del patriarca, claro. La iglesia está llena. Los ricos en las primeras filas y los campesinos al fondo. Rodrigo (el nieto guapo e impotente) se arrodilla en el reclinatorio frente al altar. Gaviota -que así se apoda a la protagonista-, de luto y con una mantilla negra, osa avanzar lentamente por el pasillo central con un modesto ramo de flores para depositar ante el cadáver. Se arrodilla al lado de Rodrigo. Se miran... y chas. Se genera una fúnebre corriente amorosa entre los dos. Novios en la muerte. Very mexican.
El folletón vuelve con fuerza. Ojalá lo hiciera con más imaginación.