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Columna
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Puede ser peor

¿En qué condiciones se va a enfrentar la izquierda valenciana a las próximas elecciones generales? Del diagnóstico va a depender el tratamiento. Una semana después de la gran victoria electoral del Partido Popular en la Comunidad Valenciana proliferan los análisis para intentar explicar el tremendo fracaso de la izquierda. Un descalabro que es tanto más grave por cuanto se suponía que la derecha arrastraba dificultades serias en forma de corrupción y división interna; mientras se presumía que la izquierda había hecho una buena parte de los deberes: pacto Esquerra Unida-Bloc, paz interna entre los socialistas, confluencia con movimientos ciudadanos (escola valenciana, salvems, metro, Patraix...), una alternativa atractiva para la Alcaldía de Valencia. Es evidente que no ha sido así, lo que hace aún más estrepitoso el fracaso. Ni los lastres eran tan pesados para unos, ni la potencia de los otros era la que se suponía.

Entre las causas del fracaso se han apuntado muchas. Carencias de liderazgo. Ausencia de un programa atractivo. Errores de comunicación. Excesivo peso de la campaña nacional. Ineficacia para imponer la agenda del Gobierno frente al discurso del miedo a ETA. Desmovilización de las bases electorales. Y sobre todo la incapacidad de atraer para el centro izquierda al segmento que decanta las mayorías en todos los procesos electorales, tal como explicó José María Maravall en su ya clásico libro La política de la transición. Un tema que entre nosotros ha sido desarrollado en profundidad por Joaquín Azagra, con su análisis sobre el desplazamiento del voto de las capas medias urbanas hacia el PP. En este sentido, resulta clarificador el capítulo cuatro (¿Un País de izquierdas?) del libro publicado -antes de los comicios- junto a Joan Romero con el título de País Complex, en el que explican el interclasismo conseguido en su electorado por el PP, que, al carecer de competidores en la franja parlamentaria de la derecha, le otorgan la hegemonía política.

La profundidad y la complejidad de la crisis debería provocar, pues, que esta no se abordase de manera simplista. Es evidente que los partidos tienen gran parte de la responsabilidad y especialmente sus cúpulas dirigentes. Pero intentar reducir en esos términos el problema puede no sólo ser inútil, sino absolutamente contraproducente, sobre todo cuando el país se enfrenta a unas elecciones generales que a partir del resultado de las municipales se pueden presumir como muy reñidas. En el Bloc las aguas parecen bastante tranquilas, no así en Esquerra Unida y en el PSPV-PSOE, donde los cuchillos han empezado a brillar. En este último caso aún tiene menos sentido que se abra la batalla interna por cuanto en los últimos años no se habían escuchado voces que propugnasen programas o estrategias alternativas a las lideradas por el secretario general, Joan Ignasi Pla.

La renovación no es mercadotecnia política, que indudablemente se puede mejorar ¡y mucho! La renovación es analizar los problemas de otra manera y eso no se improvisa. Al menos de aquí a las elecciones generales cuyo pistoletazo de salida sonó el pasado 27 de mayo. La posición mantenida en el comité nacional del PSPV-PSOE por algunos miembros de la corriente Izquierda Socialista intentando que Pla ponga plazo a su maltrecho liderazgo, no sólo es oportunista, sino que con unas elecciones generales a la vuelta de la esquina puede resultar suicida. Claro que tampoco dice mucho a favor de Pla el hecho de que eliminara de la resolución política un párrafo en el que se fijaba el verano del 2008 como fecha límite para la convocatoria del congreso de los socialistas valencianos. Una actitud ventajista por parte de Pla, y en esto tienen razón los críticos, que no puede escudarse en la proximidad de las generales para no hacer ningún tipo de cambio. Si los socialistas quieren redondear la victoria del PP, tienen un camino muy fácil que ya han transitado en otras ocasiones, dedicarse a las prácticas cainitas. Una advertencia parecida cabría hacer respecto a los movimientos internos en una Esquerra Unida cuya supervivencia parlamentaria está en juego. Han sido incapaces de sumar el voto del Bloc, pero allí donde no han pactado el hundimiento ha sido aún más profundo.

La izquierda valenciana en su conjunto está tocada, pero no hundida. Reconstruir el discurso para las generales es clave para no ser barrida. La situación es mala, pero, si se empeñan, puede ser peor, o como diría Groucho Marx, saliendo de la nada se puede llegar a la más absoluta miseria.

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