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Acaba el Mes de María sin buenas noticias para los lirios blancos y las calas. Ni siquiera Police es ya lo que era, aunque las camisetas de Sting lucen estupendas.
¿Y el resto? Se me cuecen los hígados sólo de pensarlo. El futuro tiene el rostro de Mariano Rajoy, o eso dicen ellos, y, con suerte, el de Alberto el Centrado a su izquierda. Aunque yo pienso que el futuro va a ser un homenaje repolludo a la arriba firmante, pues doña Esperanza Aguirre, la auténtica Maruja de España, lo tiene enfilado desde mucho antes de lo del helicóptero. Al futuro, desde luego, no al hombre que se accidentaba demasiado.
Siguen cociéndoseme los hígados porque pienso que por la sede del Partido Socialista de Madrid, hoy en trance de malentendido con su casa madre central, tal vez hayan pasado personas talentosas, ingeniosas, valiosas, glamurosas y otras osas, y que puede que fueran eliminadas de cuajo para que no echaran sombra sobre la mediocridad de una burocracia enquistada en sus parcelas de poder. Ya saben que, en sus arriates, Pedro el Cruel mandaba cortar las flores que crecían más que otras. Todos hemos asistido a escabechinas similares en lugares de trabajo y concursos japoneses de ping-pong, sin galopar más lontano. Se prohíbe la brillantez, se premia el sacar lustre a los codos antes que el ingenio, se desconfía sistemáticamente del atractivo o carisma, se aúpa al lameculos y hala, todas las plantas a encoger la figura, y los talentos que se enanicen (a menudo lo hacen; hay que tener mucho valor para no amilanarse y continuar creciendo) o que se vayan.
¿Se encontrarán esas personas rechazadas, a día de hoy, contemplando en su televisor las imágenes de la bronca socialista? ¿Escucharán los lamentos de las bases? Si es así, ¿qué sienten? ¿Algarabía de la revancha o inmensa tristeza por la torpe insistencia con que se ha perdido en una y otra ocasión? Madrid no tiene la culpa. La culpa la tienen quienes uniforman cuellos: de ahí que los candidatos fueran relativamente cortos de pescuezo, ahora que me fijo.
Malos tiempos para los lirios blancos y para las calas. Por suerte, el remolcador Montfalcó lleva unos días en el Mediterráneo, haciendo el bien. Pero vaya mayo más cutre.
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