Dos equipos vigilados
Duelo directo aparte, Osasuna y Real se enfrentan a las suspicacias por presuntos favores debidos
Limitar un partido a 90 minutos es una absurda simplificación. El fútbol se juega desde el presente, con el pasado y condicionado por centenares de variables casi cabalísticas que resulta difícil aprehender. Así les ocurre a Osasuna y la Real Sociedad, que se batirán vigilados estrechamente por el resto de los equipos que pelean por eludir el descenso. Los maledicentes afirman que el encuentro está sentenciado y que la Real vencerá con comodidad porque, en principio, los de Ziganda, con 40 puntos (siete más que su rival) se encuentran presuntamente salvados. Además, dentro de veinte días se van a cumplir seis años desde que Osasuna venciese a domicilio, en la última jornada, a la Real de Toshack. Ésta no se jugaba nada (las estadísticas históricas del choque marcan tres paupérrimas aproximaciones y una falta al borde del área osasunista con el 0-1 final botada hacia atrás por De Pedro) y Osasuna, dirigido entonces por Miguel Ángel Lotina, hoy precisamente el técnico realista, y con Ziganda aún como futbolista, logró permanecer en Primera.
Nunca se supo si hubo un convenio entre vecinos y si hay deudas pendientes, pero para algunos el gol de Iván Rosado en junio de 2001 es una jugada más del partido de esta tarde.
Lo único evidente es que nadie acepta la existencia de un apaño. "Yo quiero un punto para salvarme mañana. Lo demás son habladurías. Pensar que ya estamos salvados es de insensatos e incluso de prepotentes", sentenció ayer José Ángel Ziganda, el entrenador osasunista. Pero el ambiente en Pamplona es otro. En las últimas jornadas, el Reyno de Navarra ha aplaudido casi tanto los goles donostiarras como los de su propio equipo. Tampoco resulta habitual que los aficionados navarros animen a sus jugadores a perder o que preparen hoy una gran fiesta conjunta con la parroquia guipuzcoana.
"No entiendo nada. Sólo sé que todo el mundo se juega mucho y cada uno lo hace con sus bazas. Tengo la conciencia tranquila y mañana, después del partido y pase lo que pase, la seguiré teniendo y podré mirar a la cara a todos", añadió Ziganda. "Dejar que te ganen es perder la cara y el orgullo", reflexionó Milosevic, que no tiene miedo de enviar a Segunda a su gran amigo Kovacevic.
Y es que la madeja existente entre Pamplona y San Sebastián es imbricada. Dos ciudades vecinas pero sin rivalidad alguna, dos modos similares de entender el fútbol, buenas relaciones institucionales, un técnico común, aficiones hermanadas, un enemigo común que sería damnificado: el Athletic...
Pero lo único evidente son los datos. Y éstos dan la razón a las pretensiones realistas. Durante la segunda vuelta, Osasuna no ha sido capaz de lograr una victoria en su feudo mientras que los de Lotina han encadenado dos consecutivas. El entrenador de los blanquiazules incluso se ha permitido tirar de filosofía para explicar lo que sucede: "Como decía Ortega y Gasset: 'Yo soy yo y mis circunstancias'. La Real es ahora un buen equipo, en alza, convencido de sus posibilidades. Ha sufrido muchísimo para estar donde está y eso lo controlamos. Pero las circunstancias, todo lo que se ha hablado recordando el partido de hace seis años o que Osasuna está primado, son ajenas y se nos escapan". Pese a todo, para Lotina, su ex equipo está aritméticamente salvado y no tendría que preocuparse demasiado por lograr hoy un punto.
"Yo sé lo que me hace falta [en referencia a ese punto] y nadie me tiene que decir nada más. En Inglaterra ha bajado un conjunto [el Sheffield United] al que a falta de tres jornadas sólo le restaba un punto para salvarse", concluyó Ziganda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.