"Lo fotográfico no está en disolución"
Desde septiembre del año pasado Marta Gili, anteriormente responsable del departamento de fotografía de la Fundación La Caixa, dirige el Jeu de Paume en París, que se ha convertido en uno de los centros de referencia para el mundo de la imagen desde su redefinición hace escasos años. Actualmente compagina la remodelación del centro con el desarrollo de una exhaustiva programación en la que destaca la retrospectiva dedicada a la pareja artística Pierre et Gilles. El 27 de junio el Jeu de Paume abre sus puertas al festival madrileño para organizar La Noche de PHotoEspaña.
PREGUNTA. ¿Puede comentar el proyecto que van a desarrollar Pierre et Gilles y cómo sitúa su práctica en el contexto fotográfico de los últimos años?
RESPUESTA. Justamente en este ambiente de celebración, la exposición de Pierre et Gilles, programada en el Jeu de Paume por mi predecesor Régis Durand, resulta claramente oportuna. Además de ser de los artistas franceses más populares y conocidos dentro y fuera de Francia, Pierre et Gilles constituyen un referente importante en el contexto de la fotografía, la escenografía, la publicidad, el diseño o la moda. Con la construcción de coloridas y sofisticadas imágenes, estos artistas representan el idealismo, a la vez optimista y nostálgico, de quienes nunca pierden la esperanza en las bondades del ser humano.
P. ¿Qué diferencias observa entre Francia y España en cuanto al papel que juegan, internacionalmente, en el campo fotográfico?
R. Yo creo que la profesionalidad y la calidad de las iniciativas de uno y otro país son parecidas. A mi modo de ver, la diferencia esencial se halla en la institucionalización de lo cultural y lo artístico, es decir, en el papel de las administraciones públicas que en Francia es muy relevante y fuertemente centralizado.
P. En su décimo aniversario, PHotoEspaña presenta como novedad la ausencia de comisario y de concepto articulador. ¿Cree importante que los festivales tengan unas coordenadas que definan y delimiten cada edición?
R. Yo siempre he considerado un festival o un museo como un territorio, es decir, un espacio en constante y eterna construcción, en el que se negocian las relaciones entre los objetos, los artistas, la audiencia, y cómo éstas cambian, evolucionan o se articulan. De un modo u otro, se trata de narrar, de contar historias acerca de esta ebullición de experiencias del mundo, en un espacio o espacios determinados. La forma en que esta narración se articule puede ser variopinta (escoger un tema, un comisario, un espacio, etcétera), pero, efectivamente, creo que es aconsejable trazar un hilo conductor que federe cualquier proyecto o programa expositivo.
P. Los festivales de fotografía han ido abriéndose a un campo más amplio, que tiende a englobar también el vídeo o las artes visuales en general. ¿Cómo ve ese proceso de ampliación, o quizás de disolución de lo fotográfico en contextos más amplios?
R. Yo no creo que exista una disolución de lo fotográfico. En cierto modo, como apunta Geoffrey Batchen, es una cuestión de deseo, es decir, ¿qué es lo que hace que de repente dejemos de pensar solamente en imagen fija e incorporemos la imagen en movimiento? ¿Qué espacios ocupan este desplazamiento de lo uno hacia lo otro en forma de vaivén, de la fotografía al vídeo, de lo continuo a lo discontinuo, de lo lento a lo rápido, de la observación a la premeditación? No es una cuestión ni nueva ni finiquitada, evidentemente... y afortunadamente. Como he apuntado antes, vivimos en territorios en continuo movimiento y en expansión y eso es lo que nos hace desear, innovar, cambiar e incluso, a veces, regresar a lo mismo. Por qué no.
P. Muchos festivales de fotografía han tenido problemas de definición o continuidad en los últimos años, ahí está la Primavera Fotográfica o quizás PHotoEspaña, como parece dejar ver el planteamiento de transición de este año. ¿Cree que deben replantearse su condición? ¿Qué función cree que deben o pueden tener los festivales de fotografía en este momento?
R. No sé si existen fórmulas determinadas que aseguren el éxito de una u otra manifestación. Efectivamente, la renovación y la apertura parecen indispensables. Quizá sea tan simple -que no fácil- como adoptar una predisposición de escucha, de atención hacia las formas que adopta la transformación de ese deseo colectivo del que hablábamos antes. De todos modos, todo festival o evento hoy en día está tan rodeado de ruidos de todo tipo (políticos, económicos, estratégicos), de tanta espectacularidad, que es muy difícil mantenerse a la escucha de la voz susurrante del conocimiento. En este sentido, no soy muy optimista pero sí perseverante, puesto que creo que toca resistir siempre. Algo o alguien escuchará.
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