Federico Gaeta, catedrático de Geometría
Como quien regresa de una estación en la historia, he vuelto hace poco de Oxford. En aquellos colleges se guarda memoria de sus fellows que llegaron a ser espíritus universales. Se les celebra porque lo fueron. Pero quizá lo fueron porque se les celebra.
De vuelta a España, he reflexionado sobre el hecho de que los medios no hayan notificado la reciente pérdida de uno de nuestros espíritus universales, Federico Gaeta.
Si se hubiese tratado de un as del deporte -digamos del deporte rey, el fútbol-, hasta los niños sabrían ahora su nombre, y los jóvenes tendrían un ejemplo que emular. Pero lo que hemos perdido ha sido un as de la ciencia, de la ciencia reina, las matemáticas, y su nombre ha pasado en silencio. Al final, cada pueblo tiene lo que celebra. Y los españoles no celebramos la ciencia.
Federico Gaeta no fue un maestro en el sentido ordinario que suele darse a esta palabra: un formador directo de jóvenes científicos que perpetuasen su nombre y su obra a través de esa misma labor de formación. Baste sólo un dato: nunca dirigió una tesis doctoral.
Pero quisiera explicar cómo, más allá de este estrecho sentido, Federico Gaeta fue un gran maestro, una verdadera inspiración moral y científica para generaciones.
Cuando hace 10 años, geómetras de todo el mundo se daban cita en Madrid en un congreso homenaje con ocasión de su jubilación, tuve el honor de ser invitado a glosar su figura. Y lo hice comparándola con la de Pedro Abellanas, otro modo de ser maestro, otro modo de dejar rastro en las generaciones. Abellanas, en su vida de investigación, llevó a cabo una ingente labor de formación de jóvenes -dirigió muchas tesis doctorales de los que a su vez fueron directores- dejando sembrado en la geometría española un jardín de mayo.
Federico Gaeta, en cambio, paró poco por España, desde que realizara su tesis doctoral, esencialmente en Italia, y ejerciera luego durante muchos años como profesor en Estados Unidos, hasta su regreso, sólo muy al final, a nuestro país.
Pero el principal resultado de su investigación, su teoría de la liaison geométrica, ha sido fuente de inspiración, no sólo para jóvenes geómetras en España, sino en Italia, en Francia, en Alemania, en Estados Unidos, por citar los principales países donde ha continuado, se ha desarrollado, y se ha generalizado y aplicado esta teoría iniciada por nuestro compatriota digamos que en busca de la nada, en busca de verdades que, como una buena amistad, no se buscan para nada. Y "La nada", escribía Emily Dickinson, "es la fuerza que renueva el mundo".
Pero esto lo entienden unos pocos, siempre unos pocos. Gaeta fue uno de ellos y su compromiso fue siempre con la geometría pura. En su teoría de la liaison, en la ciencia puramente geométrica, fue capaz de caracterizar las curvas conocidas, por la simplicidad de su estudio, como "curvas aritméticamente normales", como aquellas que están en cierto modo "ligadas" a las curvas que son intersección de dos superficies; tal como, por ejemplo, una recta es intersección de dos planos.
Su particular concepto de ligadura o de liaison se ha generalizado más tarde en contextos cada vez más sofisticados, y en la actualidad hay una verdadera explosión de esta teoría, de modo que no solamente ha sido en el pasado fuente de inspiración para varias generaciones de matemáticos, sino que es hoy día el centro de interés de algunos de los mejores geómetras de nuestro tiempo
Bien, pues, Federico Gaeta. Gracias, último de los vivos. Que tu memoria permanezca viva entre los jóvenes, como celebrada forma ejemplar. Que sepan que más vale subir una vez al Everest que cien veces la montaña de tu pueblo. Que más vale una sola obra inmortal hecha en toda una vida que todos esos papers por año que forran nuestras hemerotecas.
Ignacio Sols Lucia, catedrático del Departamento de Álgebra de la Universidad Complutense.
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