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Columna
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Los patitos feos

En todas las ciudades andaluzas existe un distrito como el de la Carretera de Cádiz de Málaga. Una zona tan poblada que, en el caso malagueño, acumula más habitantes que la misma ciudad de Cádiz. Son barrios que se levantaron con el desarrollismo de los setenta y que conforman una interminable amalgama de bloques de viviendas donde se fue instalando la clase trabajadora. Esa gran hilera de cemento se fue alargando y en su camino se olvidaron de las zonas verdes. Las aceras nacieron estrechas para que pudieran aparcar los coches a los que no se les guardó un sitio en los edificios, mientras el sol desapareció de muchas de sus calles tapado por la sombra de los bloques. Estos barrios siempre han sido fáciles de localizar al entrar por la ciudad: todos tenían por bandera el mono de trabajo colgado con palillos de madera en el tendedero.

En la mayoría de estas barriadas andaluzas, también en la carretera de Cádiz malagueña, el hipermercado fue el primer equipamiento social que tuvieron sus vecinos. Luego llegaron los concesionarios de coches y las tiendas de mueble y colchones, que se tragó el cine con sesión matinal los domingos y las viviendas de cartón y lata en la primera línea de una playa que siempre estuvo abandonada. En estos barrios malagueños habitan casi la mitad de los ciudadanos, aunque para encontrarse han tenido siempre que superar la cicatriz urbana que aún supone las vías del ferrocarril, que los distancia en vez de acercarlos. También para dirigirse a Málaga (que así se decía antes cuando estos vecinos iban al centro) tienen que cruzar otra frontera, la del río Guadalmedina. Ese otro gran arañazo que divide otra vez en dos la ciudad. Aquí además de en lo urbanístico, también en lo social.

A los vecinos de la Carretera de Cádiz de Málaga nunca les ha pasado nada importante en sus barrios. Sin embargo el elevado número de votos que atesora ha sido siempre decisivo en los resultados electorales. Ahora, por primera vez, se plantea que la calidad del barrio en sí y no la cantidad de vecinos es el verdadero protagonista de la campaña electoral en Málaga. Varios de los proyectos más emblemáticos y transformadores que están en liza irán ubicados en estos barrios. Llegar a peatonalizar en parte la artería principal que lo recorre o, crear el gran parque de Málaga en unos antiguos terrenos industriales situados en el corazón de la zona, está en discusión.

La peatonalización parcial, que pondría el broche urbano a las obras de soterramiento de las vías del tren y a las de la línea 2 del metro, la asumen ya los dos grandes partidos, aunque el proyecto nació de la iniciativa de unos arquitectos con el respaldo de la administración regional. Sobre los antiguos terrenos industriales de Repsol existe menos unanimidad. El PSOE quiere que todo el suelo se destine a un gran parque, un pulmón verde de 180.000 metros cuadrados en una de las zonas más pobladas de Málaga. El PP no lo rechaza del todo, pero limita la zona verde a 80.000 metros cuadrados, que financiaría con las plusvalías obtenidas de la iniciativa privada, ubicando allí un distrito financiero con cinco rascacielos y equipamientos comerciales.

Como siempre, los votos de los vecinos de la Carretera de Cádiz van a ser decisivos para definir qué partido político regirá los destinos de Málaga durante los próximos cuatro años. Como nunca, estos barrios del desarrollismo están siendo los protagonistas de la campaña de las municipales. Los vecinos de estos lugares se han acostumbrado a que sus barrios hayan sido siempre los patitos feos de las inversiones públicas. Tras 25 años de democracia, aún se les sigue prometiendo equipamientos sociales, aparcamientos, seguridad y zonas verdes, como si no hubiera dado tiempo todavía a dotarles de estas necesidades. No está mal que en Málaga, por primera vez, a estos vecinos se les esté permitiendo soñar que sus barrios pueden emerger como un cisne en medio del Plan General.

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