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Tribuna:DESDE MI SILLÍN | Ciclismo
Tribuna
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¿A quién le importa el Giro en España?

Se cumple ya la primera semana del Giro de Italia, y desde aquí la sensación que se tiene es que todo esto en España importa más bien poco. Es una sensación subjetiva, quizá me equivoque, pero en realidad tampoco afecta gran cosa a nuestra rutina. Yo particularmente trato de hacerlo lo mejor que puedo, así que si no aparezco más, ya se sabe por qué es, no voy a andar con excusas.

Geográficamente, dimos el salto a la península italiana el lunes, después de las tres etapas disputadas en Cerdeña. Después de un rápido (y accidentado) periplo por los alrededores de Nápoles en el que no faltó la serpenteante ruta a lo largo de toda la costa Amalfitana, enfilamos hacia el norte dando grandes mordiscos al mapa, y en cuatro etapas estamos ya, pasada la Toscana, en la Emilia.

La última preocupación del organizador es sin duda el bienestar de corredores y equipos

Deportivamente, es curioso comprobar cómo a pesar de que muchos pregonan que la globalización ha llegado al ciclismo, el Giro sigue siendo una carrera para los italianos. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen, al igual que ocurre con la Vuelta a España, por cierto.

A nivel organizativo, estamos en las mismas de siempre; algo como lo que reina en mi maleta, un desorden organizado. La organización del Giro monta su carrera en función de muchos criterios; pues de todos ellos, el último sin duda ninguna es el bienestar de los corredores y los equipos. Llevamos una semana de traslados constantes, tanto después de las llegadas como antes de las salidas por las congestionadas carreteras italianas. Además, después de tan sólo tres etapas, nos pusieron un día de "reposo", eufemismo que escondía en realidad un traslado que se demoró durante toda la mañana hasta media tarde en nuestro caso, y hasta el atardecer en el caso de las bicicletas. Es decir, que ni reposo, ni entrenamiento, ni descanso activo ni nada. Un día tonto de ésos en los que haciendo repaso cuando llega la noche, caes en la cuenta de que no has hecho nada: de dos días de descanso, uno malgastado.

Ha sido una semana que a nivel personal tiene un antes y un después de la megacaída ocurrida el miércoles pasado. No hacía mucho que habíamos cruzado Sorrento y nos disponíamos a abandonar su península con la bahía de Nápoles como fondo a nuestra izquierda. Comenzó a lloviznar, una lluvia fina y ligera, pero suficiente para convertir el asfalto en algo tan resbaladizo como una capa de hielo. Al atravesar un pueblo, despacio y con precaución, quienes comandaban el pelotón afrontaron una recta en la que el asfalto daba paso a una pequeña porción de pavé, nada extraño. Pero alguno se asustó al verlo mojado; tocó ligeramente el freno y esa acción y la de verse arrastrado por el suelo fue toda una. Y de los que circulábamos por detrás tan sólo unos pocos se libraron del desastre. Yo no fui uno de ellos, claro está. Tuve la mala suerte además de que caí a plomo sobre mi maltrecha espalda, y que en los 20 o 30 metros que recorrí deslizando sobre ella serví de amortiguador a un par de corredores que vieron como mi cuerpo se interponía entre ellos y el suelo. Resultado, una vértebra desplazada que hace que, si esto era ya duro, ahora lo sea aún más. No obstante, mejoro lentamente día a día mientras sobrevivo, pero ya le he lanzado un ultimátum a mi columna: o ella vuelve a su sitio o yo al mío -mi casa-. Así que ya veremos en qué queda la cosa. Sigan atentos aquí, la semana que viene.

Pedro Horrillo, ciclista profesional, corre el Giro de Italia en el Rabobank.

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