El fragor de la campaña
Las campañas evolucionan al ritmo del país. Al principio de la democracia el cartel era algo muy importante y ahora ha caído en desuso. Los mítines eran una eucaristía laica y ahora son un escenario para la televisión, donde todo se organiza en función de las cámaras: que se vea lleno , jóvenes detrás del orador que asienten y levantan la bandera en el momento del fervorín, pilotos en rojo que avisan al orador principal de la conexión en directo de alguna cadena de televisión, etc. Los mensajes son medidos por los spin doctor de turno: reiterativos, sistemáticos, breves y contundentes, que reflejen en 20 o 30 segundos la idea oportuna.
Alguien pudiera pensar que al ser elecciones locales la cosa cambia, pero las caravanas siguen a los líderes por toda la geografía nacional, con lo que el candidato local tan sólo tendrá sus segundos de gloria en el momento final, con el líder en el escenario. Los discursos irán determinados por cabezas de huevo en Ferraz o Génova, y así los mensajes locales quedarán sepultados. El PP ha intentado centrar la atención, como cabía esperar, en el terrorismo, tema estrella de su estrategia política en los últimos meses, ya agotada la controversia de los estatutos, el agua, las bodas gays o la conspiración para el atentado del 11-M. Hay que reconocer que los estrategas del PP son muy buenos. Ni Monteseirín tiene nada que ver en el proceso judicial de De Juana Chaos ni Teófila Martínez, si gana, echará a ANV de las instituciones.
Algunos no son capaces de resistirse a la demagogia y proponen una política industrial desde los Ayuntamientos, por extravagante que parezca, como ha ocurrido con PP e IU en el caso Delphi. Por supuesto que muchos ciudadanos se movilizan en función de lo que ocurre en sus ciudades, si el tranvía de Sevilla es oportuno o si el Puente de la Pepa llega gracias al PP o al PSOE. Las elecciones municipales son, a mi juicio, una mezcla de la intención general de voto y de evaluación de los alcaldes. Las campañas sirven de poco, ni siquiera los programas, ya que nadie vota en función de los proyectos.
En Chiclana, sin ir más lejos, el cantante Antonio García, El Alemania, ha compuesto dos rumbas de apoyo al candidato del PSOE, una llamada Lo hemos hecho y otra Lo vamos a hacer. Pues en el hit parade electoral la importante es la primera. La gente decidirá en función de lo hecho. Por este motivo la mayoría de los alcaldes repiten si no han cometido errores de bulto, por mucha desesperación con la que se actúe en la oposición, sea la foto de Monserrat Corulla de Miguel Sebastián o el fax de Zoido. La mayoría de los alcaldes programan las inversiones para que se terminen meses antes de las elecciones.
El problema de Sevilla no es la falta de carisma de Monteseirín, sino que la peatonalización del centro acabó tarde y su efecto tarda en calar. El error no es la obra sino el escaso tiempo para su evaluación. La quincalla no sirve para nada, sean faxes o fotos, pero tampoco los sorteos de viviendas, viajes, dormitorios o similares para llevar gente a los mítines. Tampoco creo que vayan a causar mucho efecto los consejeros de la Junta haciendo campaña, aunque el caso de Marbella es diferente por los escándalos y porque no hay ningún alcalde que se presente a la reelección.
Sí creo que tiene efecto una campaña prolongada de propaganda meses antes de las elecciones. Se ha notado en Cádiz, donde el 60% de la población piensa que el nuevo puente lo va a construir el Ayuntamiento, cuando lo financia en su totalidad el Ministerio de Fomento, dada la cuantiosa inversión en propaganda del gobierno municipal. Por eso creo que la publicidad institucional debe regularse de manera restrictiva, lo mismo que el uso de medios y actos públicos. También creo que las encuestas debían prohibirse durante la campaña, porque tienen efecto sobre el electorado, sea hacia la euforia o hacia el desánimo. Al final, la noche de las elecciones, lo importante es quién va a gobernar y si lo va a hacer en coalición o por mayoría absoluta.
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