De asesor de Zapatero a enemigo de Gallardón
Miguel Sebastián ha pasado de vivir en la sombra política a ser protagonista en una campaña electoral
Cuando dejó su carrera de economista en los despachos de Moncloa y empezó su trayectoria política hace apenas seis meses, Miguel Sebastián, 50 años recién cumplidos, no imaginaba la que se le venía encima. Las buenas intenciones con las que este socialista (sin carné) empezó la campaña electoral para ganarle la alcaldía de Madrid a Alberto Ruiz-Gallardón -"Quiero una campaña limpia y programática"-, se han quedado atrás tras esta semana de cruces de descalificaciones. Sebastián no sólo ha pasado de ser asesor de José Luis Rodríguez Zapatero a rival de Gallardón, sino que le ha convertido en su peor enemigo.
Su padre se murió sin saber que cambiaría los despachos por las calles de su ciudad
Una empleada de tintorería fue la que le dijo "debería presentarse usted"
"Quería estar con la gente y tenía ganas de un cambio; la economía puede ser muy aburrida"
Era el gran desconocido de la campaña pero, a siete días de las elecciones, es el protagonista. Este hombre, simpático de cerca, que ha tenido que perder la timidez y "aprender a quitarse el corsé con los medios de comunicación para no resultar excesivamente distante", dicen los que le acompañan, ha mostrado también su lado más oscuro.
En diciembre, cuando se hizo pública su candidatura, ya hubo personas de su entorno que señalaron que era un amigo muy fiel pero que nadie quería tenerlo como enemigo.
Sebastián no consiguió llevar bien el embate de los populares, que lo relacionaron con las supuestas presiones a la CNMV. Habían mirado debajo de las alfombras que él pisaba cuando trabajaba en la oficina económica de Moncloa. Y la sonrisa, que Sebastián había conseguido a base de esfuerzo convertir en algo natural, se convirtió en mueca durante unos días. Pero ésa se la guardó.
En medio de ese escándalo mediático-político, Sebastián se acordaba todavía, en una entrevista con este periódico, del día que fue con sus hermanos a desmantelar la casa de su padre, fallecido en enero. Lo que no sabía el ya entonces candidato era que se encontraría allí aquel taco de recortes de periódico. Nunca pensó que su padre guardara todos aquellos papeles sobre su trabajo en el BBVA y sus viajes con el presidente. Había montones de noticias sobre él que su padre había coleccionado secretamente. Pero ninguna de ellas hablaba de él como candidato a la alcaldía de Madrid, como el socialista que se enfrentaría a Gallardón en las elecciones del 27 de mayo. Su padre murió sin saber que su hijo Miguel cambiaría los despachos y las moquetas por las calles y las gentes de a pie de la que siempre ha sido su ciudad.
Para ello ha tenido que aprender a tratar con todo tipo de gente ("No solía relacionarme con desconocidos"); ha tenido que relajarse con los medios de comunicación para no "querer llevarlo todo tan aprendido y cargado de datos que demostrasen que lo que decía era cierto y posible", cuentan sus asesoras; ha tenido que recuperar la naturalidad que perdió ante el vértigo del primer contacto con las cámaras; ha tenido que dejar un poco de lado a su familia y a sus amigos para dedicarse en cuerpo y alma a la campaña...
También han cambiado sus preocupaciones. Antes la razón de su inquietud era que el presidente "no metiera la pata" en una entrevista o en un discurso; ahora su mayor preocupación es la misma dirigida hacia sí mismo. Lo único que sigue casi intacto es su pasión por el deporte: tiene un entrenador personal.
En este periodo de transformación, sus principales valedores han sido el secretario general de los socialistas, Pepe Blanco ("que fue quien me presentó a José Luis y con el que mantengo una estrecha amistad"), y el propio presidente ("con quien me mensajeo de vez en cuando"), y del que asegura que, junto con "la vice", es su modelo a seguir: "Aunque suene pelota".
Con esos u otros modelos, con esos u otros consejeros, Sebastián se convirtió el pasado miércoles en el centro de todas las miradas por hacer una pregunta a su adversario durante el debate de TVE. Allí se pudo ver el aspecto más vengativo de este candidato inexperto. Allí se tomó la revancha de las acusaciones que el PP y su oponente Gallardón habían vertido por el caso de la CNMV.
Fue el momento que terminó de sentenciar y de ensuciar la batalla de Madrid. Sebastián, mostrando una foto, le preguntó a Gallardón sobre su posible relación y trato de favor hacia Montserrat Corulla, imputada en la Operación Malaya (corrupción urbanística en Marbella) y con negocios urbanísticos en Madrid.
Hecha la pregunta, Gallardón respondió: "Lo último que hubiese esperado en mi vida, señor Sebastián, es que ante la desesperación de la derrota en el debate entrase en temas personales". La cuestión sigue trayendo cola.
Sebastián no es ahora una persona distinta, al menos eso dicen sus amigos. Es su vida, su cotidiano vivir, el que ya no es el mismo, "y esto ha requerido y sigue requiriendo un aprendizaje", dicen personas de su entorno. Y es posible que no sea otra persona, pero, desde hace unos días, sí es un candidato distinto al que comenzó esta campaña para ganar Madrid.
Atrás quedó el candidato impactado por la casa llena de grietas de una mujer de Villa de Vallecas, o la de otra que no podía salir a la calle porque no tenía ascensor. Queda poco del aspirante que contaba entre risas que su posible candidatura había empezado en una tintorería. Porque puede que a dar clase a la Facultad de Económicas de la Complutense (entre 1987 y 2004) fuese en pantalón vaquero y que, como dicen sus alumnas, fuese el profesor con mejor culo. Pero lo cierto es que hace tiempo que viste traje oscuro. Y los viajes al tinte de la calle de Numancia son constantes.
"Fue una de las empleadas de la tintorería... Harta de los parquímetros, me pedía el teléfono de Gallardón para llamarle y decirle cuatro cosas. Y me dijo: 'Tenía que presentarse usted, ¿por qué no se presenta?". Y ahí quedó aquello. Durante un tiempo siguió siendo casi siempre el primero en llegar a Moncloa, a las nueve en punto, y el penúltimo en irse, después de "la vice" (María Teresa Fernández de la Vega). Siguió practicando deporte tres días por semana y comiendo "en bandeja" en el comedor de Moncloa, con trabajadores y técnicos: "No me gusta comer solo en el despacho, me gusta estar con la gente".
Pues si lo que quería era un cambio "porque la economía puede ser muy aburrida" y "estar con la gente", ya lo ha conseguido. Se ha dado varios baños de multitudes. Primero no le conocían, luego le reconocían y le saludaban, y ahora, como le ocurría ayer en un acto, tiene defensores y detractores. Los primeros le gritan: "¡Que responda Gallardón a la pregunta!". Y los segundos: "¿Y que implicación tuvo en el caso de la CNMV?".
Sebastián está viviendo ya el cambio del cambio. Primero de asesor a político y ahora de político por cinco meses a enemigo de Gallardón. Ha pasado de hacer propuestas diarias para "su ciudad" a hacerle reproches diarios a su enemigo. De repartir su propaganda electoral, a entregar informes que tratan de demostrar posibles corruptelas del actual alcalde o de justificar el pago de sus multas y de sus impuestos.
Al economista de éxito, "calculador, persuasivo, exigente, trabajador y realista", según las personas que trabajan con él, le ha pillado el toro de una campaña electoral en la que no hay cuartel sin tener experiencia en estas plazas. Se ha quedado atrás el Sebastián pletórico que había vencido su timidez. Acostumbrado a ganar, en siete días pasará su prueba de fuego. Qué pensaría su padre...
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