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Nuevos instrumentos de inversión

Llega la edad de oro del capital riesgo

Los fondos protagonizan grandes compras en todo el mundo ante la creciente inquietud de los reguladores

Los bárbaros del norte que barrieron a los romanos de la Península Ibérica acabaron dejando una larga lista de Reyes Godos en los libros de historia. En el nuevo capitalismo de raíz anglosajona hay un caso parecido de presuntos salvajes que terminan convertidos en monarcas. A los grupos de capital riesgo también se les bautizó como bárbaros cuando empezaron a llamar a las puertas de grandes empresas hace 20 años; ahora son ya "los reyes del capitalismo", según la denominación acuñada por The Economist. Junto con los fondos de inversión libre (hedge funds, en la jerga financiera) son las últimas grandes figuras de la escena económica global.

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De bárbaros a reyes: en el pasado se les acusaba de comprar empresas para trocearlas sin miramientos y sacar el máximo partido. Hoy ese cliché ha quedado en desuso, aunque el capital riesgo sigue dando miedo a los gobiernos de los dos lados del Atlántico. La razón es su fenomenal éxito. Los fondos de capital riesgo protagonizan compras cada vez más frecuentes y de mayor calibre por todo el mundo, y abarcan todos los sectores: del gigante de la automoción Chrysler a los antiguos monopolios estatales europeos, como la tabaquera española Altadis.

En las dos últimas décadas han alcanzado rentabilidades medias superiores al 15%. Han batido a la Bolsa y a la renta fija. Y eso sigue sin variar. Lo que sí ha cambiado en los dos últimos años es el tamaño de las operaciones: los fondos se han beneficiado de la combinación de tipos de interés históricamente bajos y una gran liquidez en el mercado. "Los bancos, las aseguradoras y los fondos de pensiones siguen invirtiendo en Bolsa y en renta fija. Pero se han ido fijando paulatinamente en activos alternativos, como el capital riesgo, con una buena combinación de riesgo y rentabilidad", argumenta Ignacio Sarría, de Arcano Capital

El capital riesgo es un cajón de sastre que incluye tanto el tradicional venture capital -inversión en las etapas iniciales de un negocio y en proyectos de expansión- como el más potente private equity: grandes fondos que compran empresas maduras, las gestionan con cierta agresividad para hacerlas crecer y, en definitiva, venderlas más caras, al mejor postor, al cabo de unos años. Sus propietarios no son pequeños ahorradores: la inversión mínima suele ser de 10 millones de euros, pese a que últimamente están preparando salidas a Bolsa. Sus accionistas son, precisamente, los bancos, las aseguradoras y los fondos de pensiones: desde las viudas de Escocia -accionistas de 3i- a los funcionarios de California. Y, en España, también las grandes fortunas familiares.

La fórmula funciona. El capital riesgo bate marcas año tras año: en 2007 levantarán 700.000 millones de dólares en todo el mundo, según las previsiones. Una cifra que ha provocado suspicacias entre los organismos internacionales, del G-8 al FMI y la Comisión Europea. Se les acusa de falta de transparencia, de elevar hasta cotas insostenibles su endeudamiento para adquirir grandes empresas y de actuar aprovechando todas las rendijas del sistema.

"El capital riesgo dio un giro radical en 2005. Desde ese año el 80% de las compras en España se hace con grandes niveles de deuda, preocupantes por los riesgos que se asumen, los altos precios que se están pagando y su política de corto plazo. Una vez han adquirida una empresa en muchos casos lo primero que hacen es vender activos inmobiliarios", resume Marián Ruiz Martín, una de las grandes expertas en el sector.

La inquietud no deja de crecer. Francisco González, presidente del BBVA, explicaba esta semana en París que estos fondos, los hedge funds y otros instrumentos de inversión innovadores "pueden afectar a la estabilidad del sistema financiero". "Si algo va mal, si la música para, tendremos serios problemas", avisó.

Los organismos internacionales han utilizado los mismos argumentos para reclamar una reglamentación más estricta. Fiel a su lenguaje imposible, Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, asegura que detrás del rápido crecimiento del capital riesgo "podrían estar desarrollándose algunos bolsillos de vulnerabilidad".

Mucho más directo, el Banco de España muestra en el último Boletín Económico su preocupación por "el endeudamiento que conllevan normalmente las operaciones, o la posible existencia de conflictos de interés, manipulación de precios e información privilegiada, ligados a la limitada transparencia de estas transacciones, que discurren al margen de los mercados financieros convencionales".

Los grandes fondos rebaten todas esas críticas, salvo tal vez la referencia a la opacidad del sector. Maite Ballester, socia del Grupo 3i, admite que el crecimiento de los fondos "es muy notable, pero el tamaño sigue siendo muy inferior al de los hedge funds, y no digamos a la Bolsa". La imagen de tiburón financiero "ha pasado a la historia", afirma Carlos Rodríguez de Tembleque, presidente de Vista Capital. "En el 95% de los casos no se especula. Se dinamiza la compañía incentivando a los directivos, se asumen riesgos y, lógicamente, también se venden activos cuando es necesario", asegura. "Hay una labor de cirugía cuando la empresa comprada está enferma. Pero lo normal es lo contrario: poner en marcha planes de crecimiento. El 6% del nuevo empleo creado entre 1996 y 2004 en España es responsabilidad del capital riesgo", abunda Carlos Mallo, director de Permira en España, que alude a los casos de Cortefiel o Telepizza.

Sobre la falta de transparencia hay pocas concesiones. "Cumplimos a rajatabla la regulación", afirma Jaime Hernández Soto, de Ascri, la asociación que agrupa al capital riesgo en España. "No pondremos ningún problema si los legisladores deciden elevar el listón. Pero tampoco creo que haga falta. El mercado acaba poniendo a cada uno en su sitio", sostiene.

EL PAÍS (Fuente: Private Equity Intelligency, Buyouts y Private Equity Analist.)

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