_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las primarias

Manuel Rivas

Se ha equivocado el PP en enfocar estas elecciones como unas primarias. En primer lugar, porque en el cómputo global va a salir malparado y, en algunas plazas, muy desarbolado. Rajoy se anima por las noches, en el ring, zumbándole duro a Ese Que Todos Sabéis. Es el alias que le han puesto a Zapatero. Aquí, al rojo, en el fondo, siempre se le trató con mucha confianza. Pero, por las mañanas, la derecha tiene que desayunarse unos porcentajes indigestos. En gran parte de España, ha perdido la antigua sintonía con la gastronomía local. Salvo en Madrid y en el País Valenciano. Éstas serán las "aldeas potemkianas", con perdón, en el día después. Y ahí es donde tendrá que trabajar a tope la maquinaria propagandística de la derecha para contrarrestar no ya la estadística sino la realidad. Cuando la realidad es adversa, hay que reunir un equipo lo más surrealista posible e inventarse otra realidad. Ahí entra la técnica de la "aldea potemkiana", practicada en su día con gran éxito en Galicia, en las primeras elecciones que siguieron al caso Prestige, cuando Aznar consiguió convencer a toda España y al Wall Street Journal de que la victoria en la pequeña localidad de Muxía tenía mucho más valor que la debacle general. La técnica de las "aldeas potemkianas" consiste en elegir un punto de referencia conveniente, un escenario bien iluminado, que oscurezca todo lo demás. Lo que hacía Potemkin, al servicio, en todos los sentidos, de Catalina II de Rusia, era montarle una realidad paralela a la zarina, utilizando grandes decorados exteriores, para convencerla del estado feliz en que vivía el pueblo. En Muxía todavía recuerdan aquellas extremadas atenciones, más con pavor que con nostalgia: una parte de la tercera edad tuvo que ser tratada de jet lag, dado el intensísimo programa de viajes al que se le sometió. Madrid no es Muxía, claro. Además de una gran potencia, Madrid se está convirtiendo en la nacionalidad más diferenciada de toda España. No hay más que ver esta curiosa campaña, abierta con el cosmopolitismo sublime de una baronesa encadenada en body-art a un árbol y cerrada con el género chico. Es en Madrid donde se libran las únicas primarias de España, las que enfrentan, en la derecha, a Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre. ¿Quién ganará? ¡Atención a Potemkin!

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_