Democracia digital
Mi natural escéptico me lleva a relativizar, entre otras cosas, los supuestos progresos que generan en las relaciones humanas las nuevas tecnologías. Uno de los fenómenos que mejor ilustrarían lo que trato de decir son los foros de opinión de la prensa digital, donde, amparados por el anonimato, los participantes, sin control alguno, pueden entregarse impunemente a la calumnia, la mentira e, incluso, el insulto. En esos foros poco importa que te llames González o Garciandía, trabajes en Hospitalet o en Cestona, te hayas bautizado en la parroquia de San Isidro o en la de la Natividad, participes en Libertad Digital o en EL PAÍS, te consideres cristiano practicante o agnóstico. Tu Mr. Hyde particular se despacha a gusto.
Síííí, ya sé que no queda políticamente correcto despotricar en contra de los avances tecnológicos y que ellos, por sí solos, no son malos o buenos. Pero me temo que, en muchas ocasiones, el ser humano no se encuentra a la altura de los mismos (¡cáspita, me ha salido una admonitoria encíclica papal!).
Pero, en fin, por el momento sigo prefiriendo la dictadura analógica a la democracia digital... y, como Serrat, un lunar de tu cara a la Pinacoteca Nacional, una mariposa al Rockefeller Center y, por supuesto, la Revolución a las pesadillas.