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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cartografía del miedo

Tal vez un Plano detallado del infierno -al menos del infierno de los vivos- debería cartografiar nuestros temores de siempre: la soledad, la locura y la muerte. Parece que así lo ha interpretado Antonio Fontana (Málaga, 1964) en su tercera novela, una novela corta, nítida y coral, que traza el plano de esos tres miedos para mostrar sus espacios de intersección y, tal vez también, para recordarnos que en una toma general el miedo es sólo uno, aunque se manifieste bajo formas distintas.

Formalmente, en la novela se suceden los monólogos de tres personajes unidos en la desgracia por el azar. Las historias de un anciano recién enviudado, de un hombre internado por su hijo en una residencia y de una madre que acaba de perder a su hija vienen a confirmar lo que parece ser una pauta muy extendida en nuestros días, y que podría explicarse parafraseando un mandamiento: temerás al prójimo como a ti mismo.

PLANO DETALLADO DEL INFIERNO

Antonio Fontana

Prólogo de Antonio Soler

DVD. Barcelona, 2007

123 páginas. 10 euros

Más allá de la realidad social que reflejen, los monólogos descubren cómo se las han ingeniado los tres personajes para escamotear las partes más desagradables de su realidad, pero sin robarnos las de la realidad ajena. Y mediante el mínimo común discursivo es como los lectores llegamos a reconstruir las peripecias de cada uno, conocer sus secretos mejor escondidos y averiguar el hecho trágico que los unió.

Esta manera de llegar al cuadro completo de un suceso tiene algo del relato detectivesco, con su buena dosis de misterio y la pretensión de esclarecer la verdad, y como sucede en el relato detectivesco, aquí los personajes se resuelven con una efectividad pasmosa y la acción se zanja sin concesiones sentimentales. La maestría de Fontana se cifra en la concisión. La moraleja, si la hay, es otra: ante el destino no cabe más que paciencia y barajar o, como le aconsejaban a Job sus amigos, maldecir a Dios y morirse.

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