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Elecciones 27M
Columna
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El todo y la suma de las partes

La mayor tentación de los análisis de las elecciones municipales, sin duda la más cómoda intelectualmente, es leer sus resultados en clave nacional o autonómica. Es decir, como si la agregación de los resultados de todas las elecciones municipales en el conjunto de España o de Galicia permitiera identificar las tendencias del electorado o, incluso, revelara el apoyo del partido en el Gobierno español o gallego y de la oposición en unas hipotéticas elecciones generales o autonómicas.

Se trata de un grave y habitual error que en la ciencia política se conoce como falacia ecológica. Las falacias ecológicas tienen lugar cuando se llega a conclusiones equivocadas sobre los individuos a partir de la generalización de los datos agregados. Por ejemplo, supongamos que la renta media de los vecinos de un barrio es de 20.000 euros. La falacia ecológica aparece cuando se afirma que todos los vecinos ganan alrededor de 20.000 euros. Una afirmación así suele ser falsa, puesto que lo más normal es que haya algunos vecinos que ganen menos, digamos 10.000 euros, y otros más, digamos 30.000. El dato agregado no representa bien lo que sucede con los individuos.

Por supuesto, la evidencia disponible no avala en absoluto estos afanes de presentar las elecciones municipales como segunda vuelta de las últimas elecciones generales o autonómicas o primera vuelta de futuros comicios de este tipo. Si nos detenemos en las últimas elecciones en España, el PP ganó las municipales de 1995 con alrededor de un millón de votos de ventaja sobre el PSOE, pero con apenas una ventaja de 300.000 papeletas en las generales de 1996. En las elecciones municipales de 1999, el PP ganó por apenas 40.000 votos, y luego superó al PSOE en 2,4 millones sufragios en las generales del año siguiente. Y en las elecciones municipales de 2003 el PSOE ganó por 120.000 votos, margen que se elevó hasta 1,3 millones de votos en las generales de 2004. En otras palabras, no se observa ninguna pauta sistemática que relacione los resultados de elecciones municipales y generales.

¿Y en las elecciones autonómicas en Galicia? Pues tampoco aquí las elecciones autonómicas apuntan tendencias demasiado definidas. Si en las elecciones municipales de 1995 el PP ganó con 340.000 votos de ventaja, en las autonómicas de 1997 lo hizo con 440.000 papeletas de margen. En las elecciones municipales de 1999, el PP ganó por 315.000 votos, mientras que en las autonómicas de 2001 amplió su ventaja a 450.000 papeletas. Y en las elecciones municipales de 2003 el PP ganó por 240.000 votos, frente a los 200.000 votos en las autonómicas de 2005.

¿Cómo se puede explicar este desajuste? La razón es que en las elecciones municipales se tratan fundamentalmente asuntos locales, no nacionales, de modo que el todo no es igual a la suma de las partes: la suma de lógicas municipales no crea una lógica nacional o autonómica. Valga el siguiente ejemplo como demostración. Según las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas algunas semanas antes de las elecciones municipales de 2003, el 48% de los coruñeses y el 38% de los compostelanos valoraban como buena o muy buena la gestión de su ayuntamiento respectivo en los últimos cuatro años, pero sólo lo hacían así el 10% de los vigueses.

Agregar los tres municipios para buscar un dato general sobre la valoración de los gobiernos locales en Galicia no reflejaría adecuadamente lo que sucede en cada caso. En definitiva, aunque las elecciones municipales no son, por supuesto, impermeables a la política nacional, tienen los suficientes elementos específicos para cuestionar las lecturas nacionales o autonómicas de sus resultados. ¿O es que acaso alguien piensa que, por ejemplo, los marbellíes van a dejar a un lado todo lo acontecido en su ayuntamiento en los accidentados últimos meses para centrarse exclusivamente en la evolución del empleo o las políticas sociales puestas en marcha por el Gobierno de Zapatero?

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