Valencia en tres dimensiones
Alborch y Sanchis abogan por el cambio y Barberá defiende su gestión en Canal 9
El futuro de Valencia bien vale un debate, pero los espectadores de Canal 9 tuvieron que conformarse anoche con una hora de monólogos con réplicas cruzadas forzosamente a destiempo y largos planos fijos de tres candidatos, como si estuvieran solos en el plató. Era el guión marcado, basado en bloques minutados para que cada entrevistado expusiera por separado su oferta de gobierno. Eso sí, los aspirantes municipales del PP, Rita Barberá, el PSPV-PSOE, Carmen Alborch, y de Esquerra Unida, Amadeu Sanchis, comparecieron sentados y no tuvieron que agarrarse a un atril para aguantar de pie todo el programa como la víspera los candidatos autonómicos.
No hubo, pues, un duelo real entre las dos candidatas estrella, Barberá y Alborch, por mucho que la primera lanzara constantes dardos a la segunda, que devolvió algunos pero no entró al trapo y se concentró en explicar su modelo de ciudad. Entre las dos se abrió hueco Sanchis, que pareció estar a gusto y ganó soltura a medida que avanzó el programa dirigido por el director de informativos de Canal 9, Lluís Motes.
La candidata popular rechazó las críticas a la ciudad dual dibujada por PSPV y EU
Barberá arrancó con su conocido discurso del "futuro de ilusión y esperanza" para la "nueva Valencia" admirada en el exterior, que enfrentó enseguida con una cascada de datos a la situación anterior a 1991, cuando sucedió a los socialistas en la alcaldía. Alborch fue a lo suyo y describió una "maravillosa ciudad" que ha crecido "de manera desigual" y en la que falta calidad de vida, que se mide en equipamientos próximos, en atención a los mayores y "una vocación muy firme de escuchar las voces que no siempre están representadas". La primera fotofija de Sanchis fue la de la Valencia que no quiere: la de los grandes eventos que detraen inversiones en gastos sociales.
Hasta ahí, todo tranquilo. Había que pasar al ataque, pensaría Barberá, que blandió su programa de 600 propuestas y soltó el fantasma de un tripartito de izquierdas de "resultados nefastos". Sentada en medio, miró a su derecha, a Sanchis, que no apareció en pantalla, y aseguró que "no hay una ciudad dual". Luego defendió el Parque Central y se giró hacia la izquierda para soltarle a Alborch que los socialistas habían prometido el AVE para 2007. Aún le dio tiempo para anunciar una Valencia verde en calidad de vida y azul como el mar antes de que Alborch dijera sin alterarse que tendría "algunas cosas que aclarar", pero se centraría en su "programa de gobierno", que mostró. Habló de la preocupación de los jóvenes por la vivienda, de la necesaria rehabilitación de los centros históricos y de urbanismo "racional". "Se ha acabado el todo edificable", dijo. La candidata socialista optó por transmitir la visión de una ciudad habitable y saludable sin descender demasiado al detalle, aunque trufó sus intervenciones con ofertas concretas de viviendas sociales y otras dotaciones.
Sanchis intentó marcar a Barberá, defendió la capacidad de gobernar de EU y usó en algún tramo las armas de la candidata popular, que gusta de colocar cifras de impacto. El aspirante de EU calculó en 30 millones de euros un paquete de equipamientos básicos y los situó frente a los 500 millones de la Copa del América y el "endeudamiento récord" del PP.
Bastó que Alborch asegurara el AVE para 2010 y defendiera la inversión estatal en la Copa del América para que Barberá endureciera el tono y exigiera una factura de lo pagado por el Ejecutivo -la socialista respondería con ironía que no la llevaba encima- y replicara a Sanchis que quiere subir impuestos. Barberá se mostró segura y no dejó crítica sin respuesta, pero se notó su enfado cuando Sanchis y Alborch sacaron a relucir la explosión de la subestación de Patraix. Entonces echó de nuevo la culpa de todo al Gobierno y al final se embaló. Dijo que seguirá siendo alcaldesa y dejó pasar demasiados puntos suspensivos antes de añadir "si los valencianos lo quieren".
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