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Crónica:La otra mirada | Elecciones 27M
Crónica
Texto informativo con interpretación

La realidad está mal repartida

Juan José Millás

Soledad Torres Acosta es el nombre de una plaza rectangular, situada detrás de la Gran Vía de Madrid, donde en junio de 2006 murió asesinada una prostituta ucrania de la que la prensa no daba el apellido y cuyo nombre, Victoria, era probablemente falso. Pero la chica, de 35 años, murió de verdad a manos de su novio, que la cosió a cuchilladas junto a un quiosco de prensa cerrado desde hacía meses por el fallecimiento de su dueño. No tenemos ni idea de quién fue el último cliente de Victoria, pero nos gusta imaginar que quizá vio la noticia por la tele, en compañía de su mujer e hijos, asombrándose de las dos caras de su vida. Por un lado, ésta de cuarto de estar y pantalla de plasma y, por otro, la de la plaza de Soledad Torres Acosta, donde quizá un día o dos a la semana contrataba a la chica. Todo tiene su reverso. El centro de Madrid, por ejemplo, alterna el rostro amable de la Gran Vía con la espalda diabólica de esta plaza y sus calles aledañas, que son el culo por el que el cuerpo social expulsa lo que no ha sido capaz de digerir. Me gusta imaginar que el último cliente de Victoria se acercó durante los días que siguieron al crimen por la plaza y dejó caer disimuladamente una flor, o unos pétalos, en el lugar donde el forense procedió al levantamiento del cadáver.

Casualmente, un día antes del crimen, los vecinos habían difundido un vídeo, grabado por ellos mismos, en el que se denunciaba el aspecto terrible de la plaza, así como las peleas que tenían lugar en ella y el comercio de drogas que se llevaba a cabo en sus esquinas. Uno de esos vecinos, entrevistado por este periódico, dijo que él estaba dispuesto a aceptar debajo de su casa una ración equis de realidad, pero no la de toda la ciudad. La muerte de Victoria confirmó que en esa plaza se daba, en efecto, un exceso de realidad, lo que provocó que, prácticamente en 24 horas, representantes de todas las formaciones políticas se pasaran por ella para pronunciar tópicos y hacer promesas. La pobre Victoria se había convertido de un día para otro en un símbolo de la inseguridad ciudadana. Del mismo modo que el soldado desconocido representa, paradójicamente, a todos los soldados conocidos, el cuerpo de aquella indocumentada del Este sirvió para que los documentados del Oeste exigiéramos a las autoridades un reparto más justo de la realidad.

Y funcionó, porque a los pocos días entraron en la plaza varias cuadrillas de obreros que, tras cerrarla al tráfico, se pusieron a trabajar intensamente en sus entrañas. La idea era recuperarla para los vecinos, aunque no podemos avanzar resultados porque el culo de la Gran Vía, en las calles de los alrededores, sigue siendo un culo.

No se pierdan los detalles de la foto: a la izquierda, un policía reduce con la ayuda de un inmigrante (seguramente irregular) al asesino de Victoria, mientras un mutilado hace el gesto de ofrecerles un cigarrillo. Pero lo que tiene en la mano no es un paquete de tabaco, sino un teléfono móvil con cámara. Quiere decirse que está sacando una foto, de recuerdo. De Soledad Torres Acosta, sabemos que fundó las Siervas de María, orden religiosa que nació con el objetivo de atender a toda clase de enfermos y desamparados. No sabríamos decir si el hecho de que la plaza que lleva su nombre estuviera siempre llena de desamparados y enfermos es una coincidencia o un sincronismo.

Momento en que fue detenido el supuesto asesino de Victoria, el pasado 23 de junio, en la plaza de Soledad Torres Acosta, en Madrid.
Momento en que fue detenido el supuesto asesino de Victoria, el pasado 23 de junio, en la plaza de Soledad Torres Acosta, en Madrid.BERNARDO PÉREZ
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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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