Palabritas del niño Jesús
La discusión en la que ahora andamos, a propósito de la elecciones municipales, no es otra sino la de intentar buscar los mejores candidatos que representen a nuestros pueblos y ciudades. Es tiempo electoral. Candidatos, y menos, se enseñan y se muestran a sí mismos sin otro ánimo que el de convencernos de que son los mejores; que su grupo político tiene el programa más acertado y eficaz para cada ciudad y para cada pueblo.
Sin embargo esta búsqueda, este darse a conocer, no es lo que está ocurriendo. Es más, está sucediendo lo contrario. Estas elecciones están mostrando el empobrecimiento de alguna clase política. Da auténtica vergüenza escuchar a algunos representantes cuando piden nuestra confianza. Para lograrlo entran en el terreno de la bufonería. Se disfrazan; se visten de intelectualidad y montan su particular teatro y sus farsas de forma que sólo lleguen apariencias, como si a través de ellas las mentiras pudieran transformarse en verdades. Ya sabíamos que, en esta discusión electoral y municipal, el debate iba a ser la cohesión territorial y el terrorismo. El PP lo había hecho ver. Un planteamiento que copia el candidato andalucista a la alcaldía de Sevilla, hasta el punto que introduce en las municipales el terrorismo islámico con Al Qaeda a la cabeza. Debe ser que, a la vista de los resultados que le dan las encuestas -ni un solo concejal en Sevilla- pensó que era necesario un golpe de efecto y trajo esta ocurrencia. Y menos mal que quedó ahí. Si habla con Díaz de Mera o con el concejal de Urbanismo de Alhaurín El Grande nos hubiera dado una de fundamentalistas mezclada con etarras o puede que una licencia de obras en Doñana.
Sin embargo, y dado que sus posibilidades de gobierno son escasas, si no son nulas, no preocupa demasiado. En cambio sí preocupa, y mucho, que el PP, que es una oposición con vocación de gobierno y de gobierno municipal, ande metido en esto de la bufonería y de la farsa. El debate que el lunes mantuvieron en Localia el actual alcalde de Sevilla y el candidato Zoido es un ejemplo.
Hoy, y disculpa Mariano -me refiero a Rajoy- por el uso de una de sus palabras, sabe hasta el Tato que el PP tiene declarado un boicot al Grupo PRISA; también que Localia pertenece a este grupo. Pues bien, si nada más iniciarse el debate se agradece a Zoido que haya asistido, no se entiende que este candidato, en lugar de decir que su presencia es una excepción y que el boicot continúa, se deje caer con eso de que "el que boicotea es el alcalde Monteseirín". ¡Magnífico!, ahora resulta que de boicot nada; que los boicoteantes que boicotean son los demás que buenos boicoteadores serán.
Seamos serios. Hay que decir la verdad. Ya está bien que tengamos que tragarnos que nos diga que hay que creerle porque es hombre de palabra y de honor. Por supuesto. A las personas se les debe creer sin necesidad de estar todo el día "yo soy de palabra, yo soy de palabra...". No hay que jactarse de ello. La jactancia, recuerda el refranero, sólo trae aquello de: "dime de qué presumes...". El honor no hay necesidad de proclamarlo, salvo que le sea conveniente cuando en su primera intervención se tergiversa la verdad y el del boicot es Alfredo y no el PP. Debe ser porque los gitanos no queremos buenos comienzos. Así es que a seguir y a sacarse de la manga un papelito y afirma "aquí está el delito". De arte.
En fin que se puede comprender que algunos ciudadanos llamen a los programas de televisión y denuncien delitos, confundiendo televisiones y juzgados. Lo que no se puede comprender es que un juez, en lugar de cumplir con la obligación que le impone el artículo 262 de La Ley de Enjuiciamiento Criminal de denunciar "inmediatamente" los delitos públicos, se calle, saque un papelito en televisión se ponga la toga y se convierta en juez, fiscal y dicte sentencia sin apelación. Todo un ejemplo de teatralidad y de farsa, y de desconocimiento del Estado de Derecho, que ayuda a conocer a este candidato, con o sin palabritas del Niño Jesús.
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