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Reportaje:

"El cine gallego es vibrante"

Nacho Vigalondo, director de cortos, estrenará su primer largometraje

Quince alumnos abandonan la sala de la segunda planta del Consorcio Audiovisual Galego en un descanso del curso al que asisten. Queda sólo uno de los profesores cuya apariencia apenas se distingue de la de sus pupilos, aunque hace sólo tres años cámaras de todo el mundo captaban su paseo por la alfombra roja de Hollywood gracias a su nominación al Óscar al Mejor Cortometraje en 2004, por su obra 7.35 de la mañana.

Nacho Vigalondo, director de cine de 30 años, acaba de impartir en Santiago el curso Como se fai unha curtametraxe, junto con Borja Cobeaga. Vigalondo defiende, ante todo, "ser honesto con lo que haces y no ser estratega" aunque a veces, reconoce, "la estrategia funciona". Las dudas de los alumnos giran de forma recurrente en cómo conseguir financiación. "Y eso es muy criticable, porque la financiación debería ser el último de tus problemas. Yo siempre recomiendo que, si no hay dinero, no se pierda el tiempo buscándolo; es mucho más práctico adaptar tus ideas a la realidad que no al revés".

Vigalondo es sincero: "No sé qué hacer para que te nominen al Óscar; si lo supiese, lo repetiría". Aunque el director reconoce que no resulta fácil vivir del celuloide, a sus alumnos los anima a que no lo entiendan sólo como un hobby "para ver si algún día te dejan hacer una película". Explica que el proceso de creación debe ser continuo: el artista lo es las 24 horas del día. "Mucha gente ve que hay una convocatoria para un festival y a partir de ahí piensa en un corto, cuando el proceso debería ser inverso. No haces cortos para ver si ganas un festival; los haces porque no tienes otro remedio que hacerlos".

El director es rotundo en lo que a la producción gallega de cortometrajes se refiere. "Es muy viva y a la vez tiene identidad. Disfruta de esa condición vibrante que tiene también la producción del País Vasco y Cataluña. Creo que en el norte se hace un cine bastante vivo". Hay una característica que Vigalondo destaca del corto gallego. "Tiene facilidad para el naturalismo", opina, y distingue entre otras comunidades como la catalana, a la que define de mucho más formalista. "Aquí hay un grado de cercanía en la forma en que se dirige a los actores que es propia de Galicia", dice.

En su trayectoria se ha cruzado con directores gallegos, como Mario Iglesias, al que afirma haber "seguido mucho"o con Alberto González, gallego afincado en Madrid, cuyos cortos de animación "está arrasando".

En su último proyecto ha dado el salto a la dirección de largometrajes, con su primer filme Los Cronocrímenes, que se encuentra en fase de postproducción. "Con un largo puedes estar semanas y semanas hasta el punto de que acabas literalmente exhausto. Yo acabé las nueve semanas de rodaje anulado, ni siquiera podía leer".

Pero lo cierto es que este cántabro se divierte con su profesión y con la conexión que surge con el público. "Si hay algo gracioso, quiero que se rían mucho; si es algo trágico, quiero que lo pasen fatal; y si hay algo de miedo, que se pongan nerviosos... en ese sentido quiero manipularles y zarandearles".

Vigalondo quiere alejarse de la imagen frívola y glamourosa de los directores de cine, "rodeados de chicas atractivas que quieren papeles y están dispuestas a cualquier cosa para ello", según su irónica y desenfadada definición. "No puedes disfrutar sólo del lado cómodo", asegura ya más serio, y afirma resignado: "tienes también que padecer el sinsabor de estar condenado a esto".

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