El escaso ambiente electoral vasco
La campaña del 27 de mayo está teniendo una sorprendente falta de ambiente electoral en el País Vasco, no sólo en los pueblos pequeños sino también en las grandes ciudades. En Bilbao, por ejemplo, los retratos que cuelgan de la mayoría de las farolas no son de los candidatos de los diferentes partidos sino de los personajes de la exposición El retrato español en el Prado, que se exhibe, con gran éxito, en el Museo de Bellas Artes. Se puede decir que en estos días a los bilbaínos les resulta mucho más fácil ver la inteligente mirada de La Dama del Abanico, de Alonso Sánchez Coello, que la habitual cartelería con la foto de Iñaki Azkuna (actual alcalde del PNV) o del candidato socialista Txema Oleaga.
La falta de ambiente electoral no oculta, sin embargo, una soterrada y enorme expectación, no ante los resultados del día 27, sobre los que nadie augura grandes cambios, sino ante lo que pueda hacer ETA. Ésa es la gran incógnita que planea sobre estas elecciones y la que marca, aparentemente, su apático desarrollo.
En los pueblos vizcaínos tampoco existe un gran despliegue electoral. La cartelería más frecuente, y más visible, suele ser la de la inesperada Acción Nacionalista Vasca (ANV), con su fondo rojo, la estrella de cinco puntas y el gran y genérico Bozkatu (Vota), que ha llegado ya prácticamente a todos los rincones de Euskadi.
ANV está abrumadoramente presente también en Navarra, pese a que no podrá participar en las elecciones al Parlamento Foral, porque sus listas fueron anuladas por el Tribunal Supremo. Ayer, fue precisamente en Estella (también conocida como Lizarra) donde ANV convocó a los medios de comunicación para un acto de "gran importancia". El protagonista resultó ser la estrella emergente de ANV, Antxon Gómez, secretario general de la organización y antiguo representante del partido en la Mesa Nacional de Batasuna hasta su separación a finales de los 90, y el acto, la escueta lectura de una declaración, en euskera y en español.
Gómez, de 42 años, guarda forestal de profesión, no aceptó preguntas, una muy mala costumbre que se extiende también, cada vez más, entre los políticos de Batasuna. Su discurso, para alguien poco acostumbrado a seguir su argumentario, resultó, como mínimo, sorprendente. Lo que vino a reclamar fue que el PSOE respetara lo que le juró a ANV defender allá por 1931, cuando apoyó el llamado borrador de Estatuto de Estella, "es decir, la aprobación de un estatuto para los cuatro herrialdes (Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra) y el reconocimiento del derecho a la autodeterminación".
Como no se pudieron plantear preguntas, no fue posible aclarar si ANV exige también al PSOE la completa autonomía del País Vasco para establecer su propio concordato con el Vaticano, algo que figuraba en aquel borrador de Estella que ayer reivindicó, y que fue ampliamente rechazado ese mismo año por las Cortes Republicanas (Indalecio Prieto ironizó con la idea de crear un "Gibraltar vaticanista").
Lo más sorprendente del discurso oficial del secretario general de la recién revivida Acción Nacionalista Vasca es su decidida combatividad antifranquista, muy sentida, aunque quizás un poco extemporánea, y sus continuas referencias a la obligación socialista de luchar contra la restauración monárquica. Ésas son las señas de identidad de ANV, unidas, evidentemente, a la exigencia de territorialidad y autodeterminación que (ésas sí) comparte plenamente con Batasuna.
La campaña de ANV en Navarra está siendo especialmente compleja. En algunos lugares, como en Puente la Reina, la lista de Acción Nacionalista Vasca incluye como número uno a quien fue el alcalde de Batasuna hasta finales de los 90 (no figuró curiosamente en las listas, anuladas, de Abertzale Sozialistak). En otros, se trata de candidatos con mucho menos currículo y formación.
La dispar condición de unos y otros, como ya ocurrió con el Partido Comunista de las Tierras Vascas en las elecciones autonómicas, dificultará bastante la acción política de Batasuna en el día a día. En cualquier caso, Batasuna aspira a volver a contabilizar en todo Euskadi y en Navarra las mismas 160.000 papeletas que convocó en aquella ocasión (legales y nulas). Cualquier disminución sensible de esa cifra sería analizada como una muestra de debilidad.
Batasuna, que llegó a tener unos 300.000 votos, fue perdiendo apoyos hasta moverse en torno a esas 160.000 papeletas que se supone que corresponden al núcleo irreductible de sus seguidores.
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