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Reportaje:

Confusión antes de volar

Colas y enfados por la subida del billete de metro a Barajas

Daniel Verdú

Los viajeros meten su bonometro, intentan pasar, se dan contra el torno y suena el pitido. "Señor, tiene que pagar un suplemento de un euro", informa un vigilante de seguridad. "¿Por qué?", preguntan todos. "Bueno, por la inauguración de la T-4, ahora es más caro". Y aquí empieza el extenso inventario de muecas, quejas, insultos y, hasta en un caso, esputos. Los empleados van locos de un lado a otro, los tornos no paran de pitar y las expendedoras andan averiadas. Pagar un euro de más para ir al aeropuerto en metro no gusta a nadie.

Desde el pasado viernes, cuando quedó inaugurada la nueva estación de metro de la estación T-4 de Barajas, el precio del viaje hasta el aeródromo se ha duplicado. Los motivos aducidos son que la obra la ha realizado una contrata privada que tiene la concesión durante 40 años. Hasta ahí, todavía. Pero, además, llegar a las otras terminales, que valía lo mismo que en el resto de la red, cuesta un euro más. La Consejería de Transportes dice que es para igualar los precios.

"Tenemos unas 50 reclamaciones diarias. Falta información y es un poco abusivo", se solidariza una empleada de metro. El viernes pasado hubo incluso quienes llevaron sus quejas más allá. "Una señora la emprendió contra una cajera y le escupió después de llamarla hija de puta", añade esta empleada quien, por un contrato de azafata externo a metro, también paga dos euros para ir a trabajar.

"Esto es un abuso. Que suban el precio en la T-4 todavía lo entiendo, pero que suban el resto de terminales es demasiado", protesta Antonio, que acaba de llegar de Palma de Mallorca. La falta de información es otro problema. "Es que no avisan. Esto es una chapuza", denuncia Isabel María.

La Unión de Consumidores de España (UCE) también se opone al aumento de tarifas, que califica de "abusivas e injustificadas". Los empleados, por su parte, van "todo el día de bólido, aguantando quejas...", dice uno, que se calla al ver acercarse a un viajero con un cabreo terrible.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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