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Crónica:Pie de foto | Elecciones 27M
Crónica
Texto informativo con interpretación

Crimen y castigo

Juan José Millás

Los viejos no aprenden, mira si no lo que tardan en morirse pese a las putadas que les hacemos. En España tenemos más de siete millones con edades superiores a los 65 años y los hay que sobrepasan los 80 y los 90. Me lo dijo un día el endocrino:

-Mira, Juanjo, vamos a vivir 90 años, y no te hagas ilusiones porque no te van a dejar morirte antes.

Salí de la consulta hecho polvo. De un lado, porque no sabía cómo dar la mala noticia en casa; de otro, porque ese horizonte me colocaba frente a la obligación moral de escribir una obra maestra. O de intentarlo. No dije nada a mis hijos, ni a mi mujer, para evitarles preocupaciones, y esa misma noche me puse a escribir Guerra y Paz, pero creo que no me salió.

Durante los días siguientes, como la embarazada que sólo ve embarazadas, yo no veía más que ancianos por la calle. Y era verdad, vivían mucho los condenados. Observé a uno que estuvo cuatro horas dando vueltas a la manzana, conmigo detrás, sin morirse, pero también sin consumir, maldita sea. No compró ni el periódico, aunque leyó las primeras páginas de todas las cabeceras y de todas las revistas (incluidas las pornográficas) en el quiosco de la esquina. Me pregunté por qué no consumía y escuché la voz de una estadística según la cual uno de cada cuatro ancianos tiene problemas para llegar a fin de mes. Si no podía llegar a fin de mes, dirán algunos, tampoco debería poder llegar a la calle. Y así es: hay muchos que no llegan a la calle porque viven en un cuarto piso sin ascensor o en un bajo, pero sin silla de ruedas. Algunas ancianas de 89 años tienen que cuidar a su marido, de 90, aquejados de demencia senil, o de parálisis, y así sucesivamente.

Quiere decirse que hay una grieta absurda entre la muerte civil y la biológica. Se ha conseguido retrasar la segunda, sí, pero qué pasa con la primera. Empieza a fallar antes la tarjeta de crédito que la próstata y eso no es. Vale que es un éxito de la medicina el hecho de que se alcancen los noventa, pero es un fracaso de la economía que llegues pobre como una rata. Que los economistas y los biólogos se pongan de acuerdo para evitar el espectáculo de los ancianos que mueren solos en su piso. Entre enero y abril del pasado año, fallecieron 33 en tales circunstancias. Se podría escribir una antología de relatos de terror (quizá una obra maestra, tomo nota), pues hay casos para todos los gustos. El más llamativo es el de la señora que fallece frente a la tele encendida y está cuatro meses muerta sin cambiar de canal, hasta que el administrador llama a su puerta. Pero hay casos para todos los gustos (y para todos los disgustos).

Ahora bien, que el morbo no nos impida señalar el trabajo que llevan a cabo algunas ONG. El señor de la foto, que pertenece a Solidarios, vivió 7 meses con la señora que busca apoyo en su cuerpo. Él se llama Enrique Rodríguez y ella Esperanza Hernando. La cosa empieza por un intercambio de servicios (yo te doy una habitación y tú me haces la compra) y acaba por un tráfico de afectos (yo te hago un postre rico y tú me cuentas una historia). De todos modos, con ser emocionante, no deja de ser un parche (incluso un parche emocional). Por cierto, que he abandonado Guerra y Paz y ahora estoy escribiendo Crimen y Castigo, pero tampoco me sale, maldición.

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Enrique Rodríguez y Esperanza Hernando, miembros de un proyecto de vivienda compartida entre ancianos y estudiantes.
Enrique Rodríguez y Esperanza Hernando, miembros de un proyecto de vivienda compartida entre ancianos y estudiantes.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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