La sexta maravilla de Obradovic
El Panathinaikos del técnico serbio deslumbra y desposee del título al CSKA de Moscú en una fantástica final
Ganó otra vez, la sexta, Zeljko Obradovic, el entrenador que convierte en oro todo lo que toca, y el Panathinaikos desbancó al CSKA de Moscú en una fantástica final, de lo más oportuna y saludable para el baloncesto europeo. En pleno debate sobre el latazo del juego de control y del kárate-press, emergió el esplendoroso espectáculo de dos equipazos que jugaron al límite y utilizaron hasta el último de sus cartuchos. El Panathinaikos y el CSKA se dejaron de pamplinas y fueron a fondo a por el título, como si la presencia del legendario Nikos Gallis, el dios del baloncesto griego de los años ochenta al que se homenajeó en los prolegómenos de la final, les hubiera abierto los ojos y les hubiera convencido de que su matraca defensiva de las semifinales no tenía ningún sentido.
PANATHINAIKOS 93 - CSKA MOSCÚ 91
Panathinaikos: Diamantidis (15), Becirovic (6), Siskauskas (20), Dikudis (2), Batiste (12); Hatzivretas (10), Alvertis, Tomasevic (16), Vujanic (12), Tsartsaris y Delk.
CSKA Moscú: Holden (11), Torres (9), Langdon (16), Smodis (18), Savrasneko (4); Papaloukas (23), Andersen (4), Van der Spiegel (6), Pashutin y Ponkrashov.
Árbitros: Mitjana (España), Lamonica (Italia) y Belosevic (Serbia). Excluyeron a Becirovic, Torres, Van der Spiegel y Langdon (m. 40).
Pabellón OAKA de Atenas: 18.400 espectadores.
1º CUARTO - 18-17
2º CUARTO - 28-19
3º CUARTO -19-21
4º CUARTO - 28-34
Papaloukas ofreció resistencia con inteligencia, coraje y acierto
El Panathinaikos rozó los límites de la perfección. Defendió bien y atacó mejor. Espléndido en la administración de sus recursos, puso en un serio apuro al CSKA, a punto de ser aplastado a las primeras de cambio. Savrasenko y Smodis quedaron tan acogotados en el interior de la zona que condicionaron por completo el ataque de su equipo. Con una canasta en sus primeros siete lanzamientos empezó su escrutinio estadístico el CSKA. Su mérito fue doble porque supo sobreponerse de maravilla.
La irrupción de Papaloukas, ese caso tan extraño en los anales del baloncesto, cambió el decorado. Elegido el mejor jugador europeo del año por delante de Nowitzki y Gasol y designado por segundo año consecutivo el más valioso de la Euroliga cuando empieza todos y cada uno de sus partidos en el banquillo, repitió una actuación maravillosa. Frente al aluvión que se le vino encima al CSKA- el estremecedor ambiente en contra, la infalibilidad de su rival y su inagotable rotación de excelentes jugadores-, opuso inteligencia, coraje y acierto y logró abrir la lata defensiva del equipo del trébol.
En cada jugada elegía la mejor opción para despejar el camino hacia el aro. Cuando no aprovechaba su mayor altura sobre el hombre que se encargaba de echarle el lazo, dictaba un curso sobre cómo facilitar el desmarque y el lanzamiento de los pívots. Quien más se benefició fue Smodis, listo, rápido y certero.El partido, muy pronto decantado para el Panathinaikos (46-34), se igualó. El CSKA llegó a ponerse en cabeza (50-51) después de que los árbitros, con el español Mitjana al frente, valientes como pocas veces, se atrevieran a señalar faltas técnicas a la que los jugadores del Panathinaikos se extralimitaban, como fue el caso de Becirovic en un feo golpe a Papaloukas, que más tarde se dio a la inversa. A partir de aquél momento, Obradovic entendió que la única forma de poner en órbita a su equipo era dándole cuerda al juego exterior. Le respondieron a las mil maravillas Vujanic, Chatzivretas y Diamantidis que volvieron a abrir hueco (65-55).
No se dio por vencido el CSKA. Le quedaban juego pero no tanta profundidad de plantilla como al Panathinaikos. Smodis sumó demasiado pronto su cuarta falta, Torres fue eliminado y los reservas no lograron mantener el diapasón, más aún cuando Andersen perdía la batalla bajo los aros ante el resolutivo Tomasevic (83-73). No se rindió el CSKA que llenó el vaso hasta que casi rebosó, con dos triples escalofriantes de Langdon se situó a dos puntos (87-85) y se las hizo pasar canutas al Panathinaikos al que Batiste y Vujanic dieron el último empujón. Ganó el equipo del trébol, pero se hizo de admirar el CSKA y, en definitiva, el baloncesto, cuando más lo necesitaba.
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