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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sometimiento sin exhibición

La escritura del rumano Norman Manea (Bukovina, 1936) es algo distinto. Los cuatro relatos de Felicidad obligatoria sorprenden al lector por su expresividad y su construcción. En cuanto a esta última, lo primero que llama la atención es su estructura aparentemente desarticulada: cuando uno se sumerge en el texto comprende que no estamos ante un relato sujeto a la convención narrativa; la voz narradora no se atiene a esa clase de desarrollo en la que pronto se advierte la dirección del relato sino que, más bien, procede a encadenar episodios que no tienen salida, que se acumulan sobre sí mismos. En cuanto a la expresión, recuerda en parte la descripción objetual y objetivante de la Escuela de la Mirada, pero late en ella una ansiedad que atraviesa las palabras como una quemadura que va dejando rastro. Este modo de proceder logra un efecto extraordinario: la intención del autor se identifica con la precisión del texto y ya desde el primer momento comprendemos que busca crear un clima oprimente que, descubrimos pronto, es el protagonista de sus narraciones. A partir de ahí, se articulan sin dificultad.

FELICIDAD OBLIGATORIA

Norman Manea

Traducción de Joaquín Garrigós

Tusquets. Barcelona, 2007

256 páginas. 18 euros

El mundo de estos cuatro relatos es el de la Rumania de Nicolae Ceausescu. Como todas las dictaduras, lo que empieza siendo un ejercicio de terror se acaba convirtiendo en un ejercicio grotesco del terror y es en esta última parte donde se asientan las historias. Cuando hablo de grotesco no es que lo tome a broma, todo lo contrario: es un caso límite de degradación para víctimas y verdugos aunque de modo distinto en cada caso. El miedo, cuando adquiere un carácter grotesco, alcanza extremos de degradación y anulación especialmente humillantes porque es el punto donde la autoestima se viene abajo a través de la cotidianeidad y eso es lo que les sucede a los personajes que pululan en la Rumania de Manea.

El primer relato, 'El interroga

torio' cuenta un respiro en la sucesión de vejaciones y torturas a que está siendo sometida una mujer por el aparato policial para dar entrada a un interrogador perversamente afable. El relato consiste, sobre todo, en el discurso del interrogador, tan vacío como el pensamiento de este tipo sin pensamiento que apuntala su inconsistencia en un narcisismo pretencioso mientras la mujer va cayendo, resiste y va derrumbándose a lo largo de la noche, la oscuridad y el frío amanecer. El secreto es el sostenimiento de esa inconsistencia por medio de una escritura que lo precisa sin piedad mientras escuchamos a través de él el silencio de la mujer resistente, en un efecto expresivo extraordinario.

'Una ventana a la clase trabajadora', una obra maestra, cuenta la irrupción en la vida de un matrimonio -del marido, sobre todo; de ella, en segundo plano, como contraste- de un obrero que se enfrenta al aparato del Estado por una cuestión de principios. "Quiero lo que me corresponde", le dice, rechazando la ayuda privada que el otro le ofrece, "mi sitio. Porque si no, el mundo se va a hacer puñetas, se lo digo yo. Nadie cree ya en nada. Han desaparecido el honor, la fe y la palabra de un hombre. Si las cosas son así, no vale la pena vivir. Para vivir sin alma y sin ley, mejor sin nada". El relato comienza contando el despertar de ese matrimonio un domingo, un prodigio de descripción e intensidad que por sí mismo muestra el encierro en que se encuentra esa pareja y la sociedad entera. Es una imagen genial que habla del despertar como atrapamiento y culmina con un: "Ya pertenecen al nuevo día, no tienen escapatoria, ninguna". La tenaz y patética resistencia del obrero desvela esa pesada falta de escapatoria al modo de un relato circular, opresivo.

El libro está lleno de hallaz -

gos de verdadero talento literario, como el comienzo, desarrollo y decadencia de la cena de matrimonios en 'La gabardina' o el mundo laboral del personal funcionario en 'Biografía robot'. Pero lo verdaderamente impresionante es la formidable creación de esa atmósfera de miedo sucio, de mediocridad, de crueldad latente y amenazante que incumbe a todos por igual, sean jerarcas del partido, funcionarios de altura, gente media, clase trabajadora o pobres diablos: es el retrato de un rasero que los iguala en el sometimiento y el recelo constante, en la grisura de las nimiedades y las pequeñas coartadas morales con las que cada uno cubre o disfraza su vergüenza bajo la amenaza de una dictadura que, como comenta uno de ellos en un momento dado, ya ni siquiera necesita hacer exhibiciones de fuerza pues el horror ha degenerado en un mecanismo que se alimenta de su rutina. Y, a pesar de todo, aún quedan fogonazos de alguna extraña y paciente solidaridad que es tan real como la cobardía o la pusilanimidad de las mismas gentes.

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