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Columna
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Juan Gelman

Aunque su padre fue un socialista ruso huido a Buenos Aires, porque la policía de Stalin tardó poco en sustituir a los sables del Zar, Juan Gelman se quemó por primera vez con la llamarada solitaria y colectiva de la política por culpa de la Guerra Civil española. Hasta los barrios porteños llegaban como cosa propia los fuegos de unos combates que suponían el principio de la Segunda Guerra Mundial. Tardaron poco en llegar también los exiliados españoles, que lo miraban todo con ojos marcados por un vacío doble. A la ausencia de su país se añadía la ausencia del futuro, la cancelación de un tiempo en el que había sido posible soñar con un mundo más justo. Para vivir junto al vacío hacen falta barcos propios, y por eso el niño Juan Gelman empezó a buscar las maderas del poeta Juan Gelman, que iba a ser desde la adolescencia un viejo navegante del vacío. Ya quemado por la llamas de la injusticia, el muchacho argentino se atrevió a encender un cigarro impuro, ese cigarro en el que se esconde, desde la primera calada, el frío de los últimos encuentros. Salió con los amigos en busca de las muchachas y de los tangos, y volvió a encontrarse con el vacío, en este caso el vacío que dejan las mujeres cuando se van con otro. Así aprendió que la poesía habla de la ausencia, y que es muy poco, apenas un barra de bar, lo que separa a los autores de tango y a San Juan de la Cruz, sólo dos modos distintos de enfrentarse con palabras a una ausencia que debiera ser llenada por mujeres y hombres con derecho a la alegría. En fin, ya se sabe, una condena a la tristeza. Los vacíos infantiles y juveniles de Juan Gelman le enseñaron muy pronto que es un disparate esforzarse en separar la poesía política y la poesía amorosa. ¿En qué mundo viven los que malgastan una tarde de mate discutiendo sobre la poesía pura o impura? Raúl González Tuñón, el poeta amante de las palabras de ciudad y de la II República Española, saludó en 1956 la aparición del primer libro de Juan Gelman, Violín y otras cuestiones. Llegar hasta el final, hasta el vacío del lenguaje, es como llegar hasta el vacío de una ciudad formada por italianos, turcos, árabes, judíos, polacos, españoles, rusos, extranjeros sin derecho a exigir aumentos de salario o a organizarse sindicalmente gracias a la ley 4144. Las leyes son un viejo asunto a la hora de complicarle la vida a la justuicia.

Más información
El poeta argentino Juan Gelman, ganador del Premio Cervantes 2007

Pero no se escribe poesía desde el vacío, sino desde el caos. El vacío es al final el único tema, ya que la vida se empeña en pasar como el agua y conducirnos a la muerte; pero se escribe desde el caos, porque el agua que pasa no es nunca limpia. Arrastra miserias, hipocresías, errores, dictaduras y hasta dos penas de muerte. Al poeta Juan Gelman lo condenó la Triple A por considerarlo un poeta subversivo que ponía en peligro los valores de la patria. A Juan Gelman, poeta, lo condenó la dirección del movimiento Montonero, cuando deció separarse de un grupo que se había hundido en el militarismo terrorista y en el puro desconocimiento de la realidad de su país. Los políticos se separan de la realidad con mucha más facilidad que los poetas. Se nota que no tienen que pelearse con ellos mismo por una coma, un punto y final, o por verbos como vivir, ser y estar.

En su exilio romano, Juan Gelman recibió la noticia de que su hijo y su nuera embarazada habían sido secuestrados y desaparecidos en Buenos Aires. Fue el vacío más doloroso que se instaló en su poesía, y que sólo llenó vitalmente con la búsqueda de su nieta, una de las recién nacidas robadas, en los años del terror, por los cómplices de la dictadura. Sólo la dignidad humana, solitaria y resistente, puede llenar el vacío de la existencia humana. La escritura de Gelman nace de la experiencia de la escritura, un distrito del vacío, que no es una abstracción, sino algo pegado a la piel del dolor. Una búsqueda de sentido.

El próximo martes, día 8 de mayo, leerá sus poemas en la Huerta de San Vicente, junto al cantaor Enrique Morente, dentro del Festival de Poesía de Granada. Merece la pena leerlo y oírlo.

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