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Reportaje:

El día de la bandera roja

Discreta conmemoración del 30º aniversario de la legalización del partido histórico de los comunistas catalanes, el PSUC

Enric Company

La bandera roja con el logotipo PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya) ondeó ayer de nuevo en el balcón del piso principal del número 7 de la calle de Ciutat, en Barcelona, su sede. Colgó del mástil por un día, como hace cada 3 de mayo, aniversario de la legalización del partido histórico de los comunistas catalanes. Ayer hubo, además, una discreta celebración: era el 30º aniversario de la legalización. Un hito en la recuperación de la democracia tras la dictadura franquista.

La inscripción del partido histórico de los comunistas catalanes en el registro legal llegó en la primavera de 1977, casi un mes después que la del PCE, acaecida el 9 de abril. Ratificaba algo que durante muchos años había sido muy difícil de entender para muchos militantes: que el PSUC y el PCE eran lo mismo, pero eran dos partidos distintos incluso para la Internacional Comunista. Cuando se produjo su legalización, el PSUC contaba con 40 años de vida, de los que había pasado nada menos que 37 en la ilegalidad. La clandestinidad no había impedido, sin embargo que, al calor de la lucha por la libertad, se convirtiera en una potente realidad política. Más bien al contrario, había sido un caldo de cultivo al que se había adaptado mejor que cualquier otra fuerza opositora. A la salida de la dictadura, el PSUC era la fuerza política más y mejor organizada en Cataluña.

El aniversario reunió en la sede de la calle de Ciutat a unas 50 personas. Frente al cartel con la siglas del PSUC pintado en la década de 1970 por Antoni Tàpies, el último secretario general del partido, Joan Saura, consejero de Interior del actual Gobierno catalán, dejó constancia del inmenso motivo de orgullo que para el PSUC constituyó su legalización. "No fue algo regalado ni gratuito", afirmó Saura ante el medio centenar de asistentes, "porque la legalización de los comunistas se había convertido en la prueba del nueve de la democracia". La fuerza real que el partido había adquirido en la sociedad catalana como "elemento democratizador" -agregó- obligó a su reconocimiento. Un mes y medio después se celebraron las primeras elecciones democráticas, en las que, para su asombro y decepción, el PSUC fue rebasado como primera fuerza del país por la coalición de los socialistas catalanes y el PSOE, que posteriormente se convertiría en el actual PSC.

El acto de ayer fue inevitablemente un homenaje y recordatorio de viejos militantes. Aquellos para los que la legalización significó, además de una gran victoria política, "dejar de vivir escondidos, el fin del riesgo de sufrir tortura o de ir a parar a la cárcel". Saura citó a destacados militantes recién fallecidos: Tomasa Cuevas, Leonor Bornau y Lluís Argemí. Entre los asistentes se contaban también algunos afiliados de los años de persecución: Enric Pubill, Joan García Tristany, Maria Salvo, entre otros. Otra veterana militante, Mercè Olivares, trazó un breve recordatorio de Cuevas y Bornau.

Saura afirmó que Iniciativa Verds ha podido ocupar el espacio político del PSUC como partido de "radicalidad democrática" y preconizador de "transformaciones fuertes" gracias a "las profundísimas raíces" del PSUC en la sociedad catalana. Esas raíces sobrevivieron a "la terrible crisis" que en la década de 1980 liquidó la fuerza de los partidos comunistas, incluido el soviético.

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