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Reportaje:

Moneo, según el pueblo

La ampliación del Prado provoca reacciones encontradas entre los 4.800 visitantes de su primer día abierto al público

Patricia Gosálvez

"Las escaleras mecánicas parecen de El Corte Inglés"; "se nota que los materiales son caros"; "en el borde biselado del cubo no se puede apoyar la cámara"; o "montar piedra a piedra el claustro tuvo que ser como construir una pirámide". Ayer, la ampliación del Prado proyectada por Rafael Moneo pasó una prueba crucial: enfrentarse por primera vez a las críticas y elogios del público.

Los madrileños (apenas había turistas) no acudieron en masa a Abierto, la iniciativa que muestra las nuevas instalaciones prácticamente vacías hasta el 1 de julio. Aquí, la obra expuesta no cuelga de las paredes, lo que hay que admirar son las propias paredes.

Tras cinco años de polémica no hubo grandes colas, y eso que entrar es gratis e incluye las explicaciones de estudiantes de arquitectura. Aunque los 4.800 visitantes de ayer fueron menos de los esperados, estaban muy motivados. "La gente sabe un montón del proyecto", dice Marisa, una de las guías, "y pregunta mucho".

La ausencia de colas caracteriza un estreno sin turistas y con mucho jubilado y amante de la arquitectura

Por lo visto ayer, dos son las cosas que más preocupan o interesan a los que estrenaron el espacio: ¿qué va a pasar con la colección del Prado? y ¿cuánto espacio se ha ganado? La respuesta a la primera pregunta es que la ampliación albergará las exposiciones temporales, la cafetería y otros servicios. A la segunda es que el nuevo edificio suma más de la mitad de la superficie del antiguo. La opinión más repetida de la gente, sin embargo, era calificar ampliación como "emocionante".

Luis Nicolas, de 86 años, fue a ver con sus propios ojos la causa de tanta polémica: "Me parece una obra magnífica", dice, "que resuelve lo que yo llamo 'lo antiguo posmoderno". Para Juan, de siete, lo más "chulo" es lo que él llama "el ascensor", el cubo de cristal, o linterna, que está en el centro físico y conceptual del proyecto de Moneo.

Entre el público, mucho jubilado y estudiante de arquitectura. A Gabriel y Laura, de 19 y 20, "seguidores inducidos por la escuela de Moneo", les encanta "la expresividad de la puerta de Cristina Iglesias en un edificio tan racional". A Margarita y María de las Nieves, profesoras jubiladas, les parece que "el cubo va a su bola". "Moneo ha olvidado la visión global; la integración en el entorno", dicen y se quejan de que en las paredes rojas de la Sala de las Musas, "el color se va a comer los cuadros".

Según Carlos, de 26 años, otro de los guías, la gente tiene opiniones muy apasionadas. Él trata de explicar "cómo en toda gran obra hay torpezas y cosas de maestro, pero que, sobre todo, esto es un espacio ganado al Prado, no una escultura en honor de nadie".

Probablemente siguiendo una de estas apasionadas discusiones sobre la obra, un visitante le grita a otro: "¡Pepe, que me voy a cagar en Moneo!" y se pierde en los baños del nuevo edificio.

Una joven observa el recinto del Museo del Prado.
Una joven observa el recinto del Museo del Prado.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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