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Columna
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La derechización del mundo / 5

Es hoy opinión común en los estudios de comunicación que los medios no reproducen, sino que producen la realidad. A lo que conviene añadir que, en tiempo electoral, los sondeos no predicen, sino que contribuyen a construir los resultados. Las elecciones francesas lo han ejemplificado una vez más. La emergencia y victoria de Ségolène Royal frente a sus contrincantes en el seno del Partido Socialista fue consecuencia directa del eco mediático que tuvieron, durante tres meses, las reuniones participativas que organizó y con las que sacudió a toda Francia. De igual manera, el surgimiento e imposición de Bayrou fue obra del estado de opinión que lograron generar los sondeos, presentándolo como la alternativa más eficaz frente al sistema. Pero, sobre todo, los sondeos, tal y como se practican mediante preguntas cerradas, enclaustran su función predictiva en la simple enunciación de los estereotipos más convencionales, es decir, empujan al conservadurismo ideológico y a la confirmación del statu quo. Sabemos que las reuniones de grupo, las entrevistas en profundidad y las otras técnicas cualitativas atenúan esta tendencia y aumentan la capacidad exploratoria del ejercicio, pero seguimos privilegiando los modos y las pautas de hace 50 años, que, al multiplicar este ejercicio -hemos salido a sondeo diario-, proporcionan la materia básica de la comunicación política, cierran el círculo de la redundancia informativa e impiden las sorpresas.

El miedo, como referente explícito o latente, ha presidido los casi siete meses que llevamos de campaña y ha empujado a la búsqueda de refugios como reacción salvadora. Todos refugiados en la familia, escondidos en la pareja, acuclillados en el microgrupo, mitificando los valores más tranquilizadores -la autoridad, la seguridad, la patria-, ocultando el conflicto y reivindicando el consenso como razón de ser de la sociedad. La prédica de la sacralización del cumplimento personal, del éxito profesional y de la satisfacción individual y de la vida privada ha reducido la economía a consumo, y la creación de riqueza, a aumento del beneficio. Lejos y olvidados han quedado los grandes problemas globales e internacionales, escandalosamente ausentes de una campaña que debía tenerlos como objetivo principal. Ello sin hablar del silencio de y sobre los sindicatos, y de la volatilización de los movimientos sociales, actores fundamentales del acontecer actual. Es difícil, por tanto, compartir el análisis optimista de Jean Daniel sobre el interés y modernidad de un ejercicio que, como única respuesta a todos nuestros problemas, nos reenvía a una familia Francia reconciliada, bajo la segura dirección del presidente Sarkozy como su gran protector. En este discurso del miedo, de la huida a lo de uno, de la consagración del líder como recurso providencial, que le estamos oyendo en debates y entrevistas y que tan familiar nos es a los españoles de mi generación, lo más sorprendente es la arrogancia desde la que se pronuncia y que coincide con los nuevos modos de le derecha dura: los teocons norteamericanos, los gemelos polacos, Berlusconi. Este último funcionando como modelo de Sarkozy que, desde su despacho de abogado de negocios y sus diversas posiciones gubernamentales, ha conseguido crear una irresistible red mediática ganándose la amistad de los grandes patronos de las finanzas, la construcción, el armamento, el lujo y, como consecuencia, la comunicación: Martin Bouygues, el principal constructor francés con TF1, LC1, etcétera; Serge Dassault, el armamentista mayor de la República que lo considera como su hermano con Socpresse, Le Figaro, etcétera; el financiero Edouard de Rothchild, con Libération; Arnaud Lagardère, líder del ámbito aeronáutico, con Paris Match; Bernard Arnault, que domina la industria del lujo, con La Tribune, etcétera; François Pinault, el rey de la gran distribución, con Le Point, etcétera. La polémica sobre la oposición de Sarkozy al debate entre Royal y Bayrou y la negativa de las cadenas a realizarla es una simple consecuencia de esta dominación. En cualquier caso, la probable victoria de Sarkozy, que tiene su raíz en el permanente alineamiento en Francia del centro con la derecha, está siendo confirmada con el imparable goteo de adhesiones de los diputados centristas al candidato Sarkozy, con los que Bayrou tiene que transigir para no quedarse solo en su flamante nuevo partido. Menos mal que, como dicen los franceses, "le pire n'est jamais sûr".

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