"La racha de Nadal es impresionante"
Federer se rinde al español, que le derrota en el Masters de Montecarlo y logra su 67ª victoria seguida en tierra batida
Una cara desencajada, mezcla de desesperación e impotencia, dibujó ayer la distancia entre Rafael Nadal y Roger Federer. Ocurrió en la final del Masters de Montecarlo. Federer, lanzado, poderoso y dominante, un tenista agresivo, dispuesto a jugarse la victoria en el cuerpo a cuerpo, tuvo dos bolas de break que valían un partido. Todo marchaba a su favor (4-3). Era un momento decisivo. Su momento. Lo desaprovechó y empezó a sospechar. Sospechó que por ahí se le iba la final. Sospechó que le había dado cuerda a Nadal. Y sospechando, sospechando, se descubrió perdiendo el servicio. A partir de ahí, la agonía, la muerte anunciada, el final inevitable. Fue un encuentro que duró un set. Perdido el saque, Federer, el témpano de hielo, se descompuso. Firmó un compendio de bolas falladas, dobles faltas, derechas perdidas, juego sin ritmo y confianza hipotecada. El resumen de un tenista perdido. Enfrente, Nadal. Una roca. Un volcán. Un tenista que no se altera y que confía a ciegas en su tenis de músculo y sudor, de martillo, maza y golpetón. Federer acabó la final con la cara desencajada. Nadal, vestido de ganador con pintas (6-4 y 6-4), campeón en Montecarlo por tercer año consecutivo -algo que sólo había logrado Nastase- y convencido de que nadie, ni siquiera Federer, puede con él sobre arcilla. Ya lleva 67 victorias consecutivas en tierra.
"Federer ha tirado cuatro derechas fuera y me ha dado el primer 'set'. Eso le ha dolido", reconoce Nadal
El partido se empezó a jugar en la pizarra. Hubo estrategia, y mucha. Cada punto duró un mundo. Cada bola valió oro. Nadal se llevó el primer set de su semifinal ante Berdych en 23 minutos. Ayer, sufriendo ante Federer, masticando cada peloteo, buscando y buscando al suizo en la izquierda, marchaba 2-2 en el mismo tiempo. Mientras el partido vivió en ese camino, Nadal lo pasó mal. Durante los ocho primeros juegos fue víctima de la responsabilidad. Es un competidor nato. Nada le resulta más atractivo que jugar contra el número uno del mundo. Y se lo toma muy en serio: celebró su victoria en las semifinales entrenándose. "Me estoy centrando en las tácticas, practicándolas", explicó antes de su partido contra Federer.
Durante esos ocho primeros juegos, Nadal se dedicó a aplicar lo preparado. El resultado: un partido jugado con medio cuerpo. Los dos tenistas buscaron insistentemente el revés del contrario, huyendo de las derechas, del látigo de Federer, de los zambombazos de Nadal. Con el encuentro en pañales, ambos estuvieron en su mejor versión. Nadal, salvaje. Federer, elegante. El partido, tenso. Igualado. Competido a cara de perro y enfrentando dos estilos antagónicos.
De un lado, Federer subiendo a la red, tapando espacios, enseñando las garras con su juego de saque y volea. Del otro, Nadal y su apuesta por defenderse y contraatacar, por cambiar el ritmo por sorpresa, por aprovechar la pista a lo largo y a lo ancho. Hasta que llegó el break a Federer. El punto que lo cambió todo. La bola que convirtió a Nadal en un tenista superior e inalcanzable. El error que deja al número uno en inferioridad psicológica frente a su más inmediato perseguidor y con un balance sonrojante: Nadal domina sus enfrentamientos por siete victorias a tres y ha ganado cinco de las siete finales que han jugado.
La estadística desnuda a Federer. Nadie ha mostrado sus debilidades como Nadal. El español no es sólo piernas. Tiene tenis, y mucho. Golpes que son un castigo. Toques sutiles que castigan al que espera golpes. Y un músculo competitivo a prueba de números unos. La tierra esconde sus defectos y potencia sus virtudes. A Federer, se vio en la final, se le ha metido en los nervios. Le altera profundamente. Jugarán más veces sobre arcilla. Desde ayer, Nadal lleva ventaja.
"Felicito a Rafa porque lo que está consiguiendo en tierra es impresionante", dijo Federer; "ha hecho un partido muy sólido. Yo he desaprovechado mis ocasiones. No ha sido él quien me ha dominado desde el fondo de la pista, sino que he sido yo quien ha fallado bolas fáciles. Lo único bueno de hoy es que eso es fácil de mejorar. Es decepcionante no haber jugado buenas derechas, cuando es mi golpe fuerte, pero, cuando se juega contra un zurdo que le pone tanto efecto a la bola, hace falta un momento para adaptarse. Desgraciadamente, no hay otro que juegue como Nadal, Rafa es el único".
"Federer ha empezado muy fuerte", resumió Nadal. "He tenido suerte de aguantar ese tirón y de poder esperar a que cometiera errores. Ha tirado cuatro derechas fuera y me ha dado el set. Se ha descentrado, le ha dolido no hacerme el break".
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