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Columna
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Metástasis

A primeras horas de la mañana, con el cancerígeno cigarrillo en la comisura de los labios después del primer café, sintoniza uno el receptor con la cadena de radio a la que se acostumbró, y tropieza con la publicidad explícita o encubierta de los conservadores del PP que, hablando en nombre de todos, todo lo hicieron bien y orientan la mirada del oyente hacia un horizonte todavía más prometedor. Parece como si viviésemos en Suiza y disfrutásemos de un sistema escolar eficiente y semejante al de la Confederación Helvética; las prestaciones familiares por hijos que se traen a este globalizado mundo causan la envidia de alemanes y franceses, y somos especialmente cuidadosos con el patrimonio paisajístico del Mediterráneo, porque el alpino cae de ese otro lado y un poco lejos. Ese paraíso publicitario nos llega unas veces firmado con las siglas del partido que durante los últimos diez y pico de años ejerce una hegemonía absoluta en los gobiernos de las grandes capitales, en las diputaciones y el gobierno autónomo valenciano; en otras ocasiones, la firma es mucho más chapucera, puesto que se trata, dicen, de campañas institucionales tan líricas y concretas como Pasión x Castellón, Agua para todos, TVR o autobús guiado virtual pero con futuro inmediato, o Conocer Castellón. Porque los nuevos y viejos votantes de la capital de La Plana están convencidos de que su ciudad, sin problemas de tráfico ni hacinamiento, anda por donde los cerros de Úbeda, y el distrito marítimo del Grau limita con el Principado de Andorra. Que todos necesitamos agua, es una verdad de Perogrullo. Aunque el agua a la que se refiere el eslogan conservador no es potable: sirve para mantener campos de golf y propiciar que el cemento insostenible le de más leña a la costa, porque la pobre está falta de ladrillos, tal y como se publicó en la prensa europea a principios del siglo XIX. Y claro también, que el agua de la pancarta es tan turbia como la misma pancarta que cuelga en los ventanales de algunos edificios públicos, cuyos administradores no son del PP, sino del Frelimo del Timor Oriental. Y todavía más claro es el origen de esa propaganda sostenida con el agua; una propaganda iniciada apenas otros dirigentes políticos - tan democráticamente elegidos como nuestros dirigentes conservadores - vinieron a decir que la época de los faraónicos proyectos hidráulicos ya había pasado: la experiencia, en la ahora diminuta Tierra desde el punto de vista informativo, dio entender que se pueden causar males mayores a los problemas que solucionan los macro-trasvases. Pero no importa: siguen empecinados con el agua como podrían estarlo con la cerveza, si el Gobierno central la hubiese prohibido para evitar el botellón. Con respecto a la pasiones o la pasión -no dolorosa se entiende, aunque en la ciudad no falten quebraderos de cabeza y espinas..., respecto a las pasiones, digo, mejor dejarlas en lo interiorizado de los sentimientos personales; además, los votantes y las votantes siempre tuvieron, por lo general, una sano afecto y apego a la ciudad o pueblo que los vio nacer, o donde trabajan y sufren y se divierten sin necesidad de eslóganes pasionales.Todo muy democráticamente divertido, si tanta propaganda llamada institucional saliera del bolsillo de quienes las promueven y no del erario de todos los ciudadanos. Si tal fuera el caso, si saliese de la cartera de quienes la promueven, a buen seguro tendrían dificultades al finalizar el mes como el buenazo de Mariano Rajoy.

A primeras horas de la mañana, y todavía con la colilla del primer cancerígeno cigarrillo pegada a la comisura de los labios, la propaganda electoral de romanos y cartagineses le despejan a uno y le empujan a la hilaridad. Los cartagineses en la oposición, aunque un pelín más moderados, tampoco andan sobrados en la venta de mantas electorales -como esa oferta textil de 3.000 euros por hijo nacido y sin mencionar las prestaciones por hijos entre nuestros vecinos del norte-. Eran más divertidos, antaño, los vendedores ambulantes de mantas que encandilaban con sus muchas y rápidas palabras a los niños de entonces, y terminaban ofreciendo el lote con una colección de peines.

Mientras como un cáncer que pone en peligro la transparencia y la claridad de todo proceso democrático, más dañino que el cigarrillo que cuelga en la comisura de los labios, se hinchan los censos en varios municipios de la provincia valenciana que está más al norte, por mor de aferrarse en la provincial Diputación quienes ya llevan demasiados años aferrados a la misma.

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