Un bucle artístico
José Ramón Amondarain reflexiona con sus últimas obras sobre el concepto de autoría, el original y la copia
El nivel de un artista se mide por el grado de incapacidad que tiene para copiar. Esta frase ha servido al pintor José Ramón Amondarain (San Sebastián, 1964) a la hora de crear Sin fin. Islaren Isla, la exposición que presenta en el centro Koldo Mitxelena de San Sebastián hasta el próximo 16 de junio y en la que, a través de sus últimas obras, reflexiona sobre aspectos tan complejos como la el concepto de autoría, el original, la copia, la recreación y la invención.
Amondarain parte de la idea de que para un artista "es imposible no tener un referente en la cabeza y trabajar desde la nada". Por ello, "consciente o inconscientemente, copia". "El grado de incompetencia que tiene a la hora de copiar es lo que aporta de nuevo, es su granito de arena", añade.
"Ser pintor no es tanto pintar como pensar en pintura", sostiene el creador donostiarra
Con esta teoría en la cabeza, hace "incursiones" en el trabajo de otros creadores, como Cindy Sherman, Jeff Wall, Richard Prince, Jorge Oteiza o Pablo Palazuelo para reinventar sus propuestas. "Entro en sus obras con la humilde intención de ver qué matiz puedo añadir, sabiendo que voy a dar sólo ese matiz, que, sin embargo, cambia totalmente el supuesto original".
El artista "utiliza estrategias creativas basadas en la cita, el extracto, el encuadre, la analogía o la escenificación", y de esa manera "nos invita a descubrir estratos de representación y de sentido nuevos", escribe el crítico y comisario de arte Fernando Golvano en la documentación que acompaña a la muestra. "Entonces, cada imagen o cada propuesta escultórica nos reenvía a otras imágenes. Se inicia así una suerte de bucle. Estas imágenes mutan a otras, quedan fuera de lugar o fuera de campo o de contexto, pero no en fuera de juego", añade.
Cindy Sherman es una de las "invitadas" de Sin fin. Islaren Isla. Amondarain se detuvo en una serie de imágenes en blanco y negro de actrices realizada por la fotógrafa estadounidense. Él copió esos retratos con témperas en color. Luego fotografió el resultado y manipuló las imágenes con el ordenador hasta difuminarlas. Tras este proceso se esconde una reflexión sobre la traducción cromática.
Ese juego se halla igualmente presente en la incursión que hace en la fotografía Volunteer, de Wall. Ha incorporado el color a la imagen y ha reinventado el paisaje que aparece en ella, pues lo ha pintado, expandido por su lado derecho, en la pared de la sala de exposiciones.
Amondarain se acerca también a la escultura de Palazuelo y evoca una tiza de Oteiza, pero aunque formalmente en la muestra convivan la pintura, la fotografía y la escultura, todo está envuelto por la primera, ya que para el creador donostiarra, "ser pintor no es tanto pintar, como pensar en pintura".
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