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Reportaje:Elecciones presidenciales en Francia

Sarkozy sobrevive en la jungla

El candidato conservador ha logrado superar una campaña en la que ha recibido constantes ataques

Guillermo Altares

Nicolas Sarkozy arrancó su carrera hacia el Elíseo asegurando: "He cambiado", lo que ya quiere decir bastante sobre la percepción pública de su imagen. Pero se ha pasado el resto de la campaña tratando de demostrar lo contrario, que sigue siendo fiel a sí mismo, a los grandes temas de la seguridad y la identidad nacional.

"Lleva cinco años en campaña electoral", explica la politóloga Fiammetta Venner, autora de varios libros sobre el Frente Nacional, editora de la revista Prochoix y que acaba de coordinar un número de Charlie Hebdo sobre el candidato conservador. "Cuando dijo 'he cambiado', en realidad quería decir, 'he cambiado para ganar' y eso es lo que ha hecho desde entonces", agrega Venner.

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Con un discurso más propio de un miembro de la oposición, por sus constantes críticas hacia el pasado inmediato, que del Gobierno, en el que ha ocupado carteras tan importantes como Economía e Interior, Sarkozy, de 52 años, ha logrado sobrevivir al frente de las encuestas a una campaña centrada en las personas mucho más que en los temas. "En realidad, ha estado centrada en Sarkozy", prosigue Venner.

Sarkozy comenzó su carrera política a los 22 años, como concejal de Neuilly-sur-Seine, un municipio de clase alta pegado a París del que lleva siendo alcalde desde los 28 años, aunque en realidad su fama arrancó a los 20, cuando, con el pelo muy largo, intervino en un congreso en Niza del UDR, ancestro del partido que ahora preside, Unión por un Movimiento Popular (UMP). Su capacidad oratoria dejó anonadada a la audiencia y esa misma soltura con la retórica es la que le ha llevado a superar más o menos airoso una campaña electoral en la que ha sido un objetivo constante.

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"Insultos, mentiras, los he tenido todos", exclamó en su último gran mitin, que celebró en Marsella el jueves. Los ataques le han venido desde el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, cuando se dio cuenta de que el candidato conservador podía robarle votos, pero sobre todo desde la izquierda y la prensa.

La idea central ha sido que Sarkozy da miedo, que no es un hombre que pueda hacerse cargo de la democracia francesa. Y tampoco es que no haya dado argumentos. Su propuesta de crear un Ministerio de la Identidad Nacional y la Inmigración, con sus ecos de Vichy, no fue muy afortunada, como tampoco lo fue llamar "gentuza" a los jóvenes de los suburbios. Pero tampoco se ha cansado de citar a Jean Jaurès, uno de los padres del socialismo francés, y de reivindicar con orgullo su origen inmigrante, húngaro y griego.

Sarkozy saluda a sus seguidores en un acto de campaña.
Sarkozy saluda a sus seguidores en un acto de campaña.EFE

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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