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Reportaje:

Las artes de convertir en posible lo imposible

El mago Antón, que dirige 'Compostela Máxica', relaciona magia y utopía

El mago Antón nació en Castroverde, a los pies de la montaña oriental lucense. Cuenta 51 años, pero asegura tener la edad de sus ilusiones. "He soñado con la idea de ser mago desde que, en 1973, acudí a ver un mago en el Gran Teatro de Lugo". Antón tardaría varios años en hacer realidad aquellos sueños. "Hasta que se me apareció Merlín en el Caurel para cumplir con mis proyectos, no lo conseguí", explica entre sincero y divertido, "hacer magia en Galicia y para Galicia". El prestidigitador más célebre del país dirige Compostela Máxica, la semana de ilusionismo que se celebra estos días en la capital, y preside la recién creada Asociación de Magos Profesionais de Galicia.

"La magia es, por encima de todo, comunicación", afirma el mago de Castroverde, "y eso lo comprendí desde aquel día de 1973 en el que asistí al espectáculo de Xosé Manuel Carballo en el Gran Teatro". Carballo aún vive en la Terra Cha, es cura y forma parte de la genealogía de la magia gallega que Antón reconoce tras de sí. "El primer ilusionista nacido en Galicia del que hay constancia fue el conde Waldemar, que actuó por todo el mundo en la década de los 20 y de los 30, y había nacido en Portomarín", relata Antón. También se refiere a la "leyenda" de Lorc, el mago ferrolano aplaudido en toda Europa y muerto hace poco o al compostelano Camilo Vázquez, galardonado en 1973 con el Premio Mundial de la Magia en París.

Carlos Casares definió al mago Antón como "soñador y fingidor, en el fondo, un poeta"
"La necesidad de librarse de las cadenas interiores subyace en el escapismo"

Pero el mago Antón, pionero del ilusionismo contemporáneo en Galicia, elabora una estimulante teoría de la magia que aparte el género del simple espectáculo. "La magia ayuda a construir una sociedad más justa", dice, "porque, al fin y al cabo, consiste en hacer que las cosas imposibles se hagan posibles". Antón relaciona su arte con el concepto de utopía y "con la inocencia, la infancia, la capacidad de asombro, lo más importante que tienen las personas". Y recuerda cuando Carlos Casares escribió un artículo en el que le tildaba de "soñador y fingidor, en el fondo, un poeta".

Antón continúa definiendo su poética de la magia: "Somos ilusionistas, creadores de ilusiones que transforman momentáneamente la realidad". "El escapismo, por ejemplo, esconde una lectura subliminal que explica la atracción que suscita en la gente", opina de un género que a punto estuvo de costarle la vida en 1990, cuando lo practicó en un tanque lleno de agua. Y, sin embargo, sigue: "Las ansias de liberación, la necesidad de librarse de las cadenas, no sólo exteriores, sino interiores subyacen en el escapismo".

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El mago Antón habla entonces del "gran Houdini, que además de ser un gran publicista, fue el más célebre mago de la historia" y rememora como quedó prendado del personaje a través de la interpretación de Tony Curtis en la película de 1952 El gran Houdini, de George Marshall.

Antón repasa su trayectoria y, preguntado por su compañero de aventuras desde la militancia política de la Transición, el muñeco Facundo, desvela que "anda por ahí, haciendo sus cosas, pero quizás aparezca esta semana en los encuentros internacionales de Santiago". Siempre alternando entre la magia de gran espectáculo y la prestidigitación de cercanías, el mago Antón constata su "capacidad de adaptación". "Si fuera médico, intentaría saber todo de la medicina; como soy ilusionista, quiero aprenderlo todo sobre el ilusionismo".

Entre la gran carpa del montaje Vía Láctea, con la que Antón recorrió Galicia y parte del exterior en 1993, e Insólito por Antonomaxia, donde las funciones se sucedían a ritmo vertiginoso y para apenas 80 personas de público, se encuntran casi todas las modalidades posibles de la magia moderna. "Es cierto que la mayoría de los magos tienden a la especialización pero, evidentemente, no es mi caso".

La particular intersección entre arte, espectáculo o circo que ocupa la magia no inquieta al ilusionista Antón. "Para nuestra lucha gremial resulta muy importante que el IGAEM nos reconozca como arte escénica", comenta, "y los magos gallegos somos pioneros". La categoría de arte escénica implica el acceso a ayudas públicas a la producción y a las infraestructuras. El mago Antón, al frente de la Asociación de Magos Profesionais de Galicia, quiere que los 19 prestidigitadores que agrupa y los 200 aficionados que viven en Galicia se conviertan en 2000 al cabo de cinco años. "Tenemos una gran cantera de magos que trabajaron en condiciones adversas durante mucho tiempo", concluye.

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