Ningún pueblo sin inmigrante
Todos los municipios de la región tienen ya, al menos, un extranjero empadronado
A la una y media empiezan a llegar mujeres a la plaza de Prádena del Rincón. Silenciosamente se colocan en el centro con una bolsa vacía y entornan los ojos para protegérselos del sol de la mañana. Aprieta de golpe el calor.
-Huy, tormenta -pronostica una mujer de pelo blanco con delantal, sin mover un músculo de su rostro.
-Hmm, sí, parece -asiente su sobrina.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, Prádena del Rincón, de 121 habitantes, es el único pueblo de la Comunidad de Madrid sin un solo inmigrante empadronado. Pero la realidad desmiente al INE y ya no queda ningún municipio en la región donde no resida algún extranjero.
-Sí. La brasileña. Claro... Pero no sé, si está empadronada... Ah, sí. Creo que sí.
-¿A qué se dedica? Bueno, no sé...
A las 13.50 irrumpe en la plaza un camión haciendo sonar la bocina durante un minuto seguido. Ellas sonríen y se colocan en fila. El frutero viene miércoles y sábado y monta su tenderete improvisado en medio de la plaza. En el pueblo no hay ninguna tienda. Sólo dos bares. Para ir al banco hay que acudir a Montejo. Para el resto, a Buitrago, a 14 kilómetros.
"Aquí no hay nada. Ni trabajo, ni casas de alquiler. Aunque venga gente de fuera no tienen dónde quedarse", dice Rafael García detrás de la barra de su bar. "Tengo tres hijos y tienen que vivir fuera. Aquí no hay trabajo ni para ellos. ¿Cómo van a venir extranjeros? Ni el alcalde vive en Prádena".
Fuera, el frutero hace el agosto. La media de edad de la cola es de unos 70 años. La del pueblo, es de unos 60, según el Consistorio. ¿Y la inmigrante de Prádena? "Llegó hace un año y medio. Tenemos algunas discrepancias con el INE, y no figura como empadronada. Pero lo está", asegura Mari Mar Salmerón, secretaria del alcalde, que aguarda en la cola del frutero. La brasileña Silvia Moura, de 34 años, vive desde hace dos en una de las pocas casas de alquiler del pueblo con Carlos -su pareja-, y sus tres hijos. Pagan 300 euros al mes y tienen una vida más tranquila que en la ciudad. Por eso, dicen, se mudaron. Carlos, sin embargo, tiene que recorrer cada noche 130 kilómetros para llegar a la gasolinera de Alcobendas donde trabaja.
"En esta zona no hay posibilidad de empleo", dice. "No hay casas de alquiler. La nuestra era la única, y no tiene ni siquiera calefacción. Nos llegan unas facturas de electricidad que no veas", explica justificando que su pareja sea la única inmigrante de Prádena. Ella, dice su marido, tiene que ir a trabajar a un pueblo cercano a cuidar a una señora mayor.
Uno de cada seis madrileños no es español. La Comunidad de Madrid tiene ya más de un millón de extranjeros (1.001.058). En un año, la población de origen foráneo ha aumentado el 25% (200.546 habitantes más), el mayor crecimiento de los últimos cuatro años. Pero la capital y los grandes municipios del sur siguen siendo los destinos preferidos. Acogen al 55,02% de los inmigrantes.
Los de fuera suponen ya el 10% de la economía madrileña. Aunque la sierra norte de Madrid, que acoge un 11% de la inmigración, todavía no lo note. La población foránea en esa parte de la región se concentra todavía en núcleos como Buitrago de Lozoya, donde queda suelo para construir, vivienda de alquiler y oportunidades de trabajo.
Frente a la casa de la única extranjera de Prádena, Maurice y Manuel asfaltan una pequeña calle. Uno es camerunés y el otro ecuatoriano. En un receso calientan su comida con una lata de alcohol ardiendo. "Llevamos aquí tres semanas y no hemos visto ni un solo inmigrante. Sólo hay gente mayor", confiesa Manuel. "A mí no me importaría vivir aquí. Es bonito y tranquilo. Yo puedo ir donde sea. Pero no parece que haya trabajo ni transporte", añade poco antes de que estalle la pronosticada tormenta.
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