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Columna
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Idiotas

Venía Mayor Oreja cuando era ministro o dirigente de peso en el PP nacional y vasco, y decía que los andaluces votábamos como votábamos porque teníamos miedo, no sé de qué, de perder los subsidios de pobre, probablemente. Voto cautivo le llamaba el PP al voto andaluz supuestamente cobarde, cautivos y asustados los andaluces. ¿Cómo puedes votar a alguien que te menosprecia de esa forma? Ahora viene el presidente del Senado, Javier Rojo, y dice ("lo digo mucho en los actos") que "los que menos valoran la transformación de Andalucía son los propios andaluces". Habla con conocimiento dilatado de Andalucía: "Conozco Andalucía desde que tenía 17 años y tengo 58". Dice haber visto una gran transformación aquí, pero no aclara si ha visto algo parecido en Pamplona o en Toledo, por ejemplo. Los que no vemos la transformación somos los andaluces, según Rojo. "Se lo tienes que explicar muchas veces a los andaluces. Lo digo yo que vengo de fuera y comparo", le decía a Lourdes Lucio el presidente del Senado este viernes, en este periódico. No sé si el presidente compara el mundo de 2007 y el mundo de los tiempos en que él tenía 17 años. No sé si compara la capacidad de entendimiento de los habitantes de Navarra y la de los habitantes de la provincia de Sevilla. No sé si a los de Navarra hay que explicarles menos veces las cosas. Aquí, en el sur, parece que somos especialmente lentos de percepción y difíciles de ilustrar.

Hay que repetirnos mucho las cosas, lo dice el presidente, que viene de lejos, del Senado, y ve las cosas con más claridad que los que las tenemos demasiado cerca. No valoramos la gran transformación de Andalucía, que es el mundo que más cerca nos cae. No sabemos que un cuarto de baño es un cuarto de baño. No sabemos que una carretera es una carretera. No sabemos que el esfuerzo que cada uno hace para vivir como vive es el esfuerzo que uno hace. El presidente del Senado debería pedirle a la RTVA que nos adoctrine un poco más a los andaluces, que muy posiblemente además de tontos seamos ingratos. No nos damos cuenta de lo que gente tan lúcida como el presidente del Senado y sus amigos ha hecho por nosotros.

En los años sesenta del siglo pasado Juan Goytisolo contaba su "primer contacto con el Sur". Eran sus recuerdos de niño en Barcelona: un lenguaje, un modo de hablar, "tan distinto del de los catalanes", que sonaba en los andamios y las obras, y en los guardias civiles que vigilaban las calles franquistas. Veía a los andaluces por la plaza de Cataluña, oscuros y vivos, con "bulliciosas mujeres" y "chiquillos morenos, locuaces y diminutos", gente "nacida para bregar". Un compañero de universidad, cuenta Goytisolo, "hablaba con desprecio de la chusma de emigrantes meridionales", albañiles o guardias, llegados al norte para infectar y oprimir. Juan Goytisolo escribió en los años sesenta contra los que pensaban como su compañero, e intentó entender y aclarar el verdadero lugar que Andalucía ocupaba en el sistema de explotación económica de España.

Hemos mejorado. En los sesenta éramos infecciosos y opresores. En los noventa, asustados y pedigüeños, aprovechados. El cliché incurable es que siempre sufrimos alguna desventaja. Ahora sólo somos insensibles o desagradecidos o simplemente imbéciles. No reconocemos lo afortunadísimos que somos. Nos tienen que explicar muchas veces nuestra gran transformación, dice el presidente del Senado. Y esto quizá fue lo que quiso hacer Zapatero en la campaña publicitaria del Estatuto, cuando recordaba en público el mucho dinero que daba a su Andalucía la ministra andaluza de Fomento. Esto es pedagogía moderna, moderna de 1890 o 1900, quiero decir, del tiempo de los caciques comarcales que se volcaban con su pueblo. Los votantes andaluces, después de oír semejantes argumentos, se abstuvieron mayoritariamente de votar el Estatuto.

Pueden formar un supergrupo los presidentes de todas las instituciones nacionales y autonómicas e ir de plaza en plaza pidiéndonos una vez más que valoremos "la gran transformación". Era increíble cómo estaba Andalucía, así que es increíble cómo hemos llegado tan alto sin enterarnos. "Se lo tienes que explicar muchas veces a los andaluces", se dice a sí mismo en público el presidente del Senado.

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