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Reportaje:TEATRO

El monarca, en las nubes

Javier Vallejo

Quienes se extrañen de que hablemos de zarzuela en una página teatral deben considerar que así es como se ha venido llamando al teatro musical español desde el barroco hasta hace cuatro días. El término abarca el género grande y el chico, y también podría abarcar algunas comedias musicales de hoy, si obviamos la menor ambición lírica de éstas y su deuda con modelos anglosajones. Cuando Ramos Carrión y Vital Aza escribieron El rey que rabió, lo rabiosamente moderno eran la ópera bufa francesa y la opereta vienesa: a Chapí, tres años pensionado en Roma, Milán y París, los aires de polka le salían con el meñique. Como tantas otras zarzuelas (El barberillo de Lavapiés, Pan y toros...), ésta alcanzó el éxito en tres planos: por su partitura, por la comicidad de algunos cantables y por colar alusiones críticas a la actualidad en una fábula aparentemente fantástica. El público identificaba de seguro al rey proverbial del título con Alfonso XII, y a su reino con España. Entre el monarca cierto y el ficticio hay paralelismos que el historiador Luis López Morillo desgrana en un tomo editado para acompañar el montaje de esta obra que el Teatro de La Zarzuela estrena el 20 de abril: ambos comparten carácter abierto, juventud (Alfonso XII murió a los 27) y un afán de certidumbre que, en el caso del Borbón, le llevó a viajar por su cuenta y riesgo para conocer de primera mano los efectos de una epidemia de cólera. Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros, le había amenazado con dimitir si emprendía el viaje.

Al comienzo de El rey que rabió, su protagonista insiste en recorrer de incógnito el país. Su gobierno, temeroso de que descubra que el pueblo las está pasando canutas, le amenaza con dimitir en un cuarteto de gran efecto cómico. En el personaje del Gobernador, que emprende viaje por delante del rey para camuflar la realidad a base de sobornos, "pueden detectarse rasgos del poderoso, astuto y marrullero -en palabras de la Infanta Eulalia de Borbón- Cánovas del Castillo", dice López Morillo. "Es probable que para el personaje del General, los autores del libreto se inspirasen en Martínez Campos, brazo militar de la Restauración, presidente del Gobierno en 1879 y ministro de la Guerra".

Luis Olmos, director del Tea

tro de La Zarzuela, ambienta El rey que rabió en un circo, construido por Juan Sanz y Miguel Ángel Coso: el escenario es la pista. Al comienzo de la función, una trouppe de acróbatas se descuelga desde lo alto, cabalga el monociclo, lanza las mazas al aire... Los ensayos tienen un tono relajado, y el color alegre que le imprimen los artistas circenses: desparramados sobre el suelo de la platea, hacen contorsiones para no enfriarse mientras les llega el turno de salir a escena. Son la antítesis de las bailarinas, sentadas con la espalda siempre erguida. "Quiero hacer de esta obra una fiesta, atraer al público joven, mostrar lo divertida que es", dice Olmos durante una pausa. Chapí escribió el papel principal para una tiple grave, siguiendo la costumbre de que los chicos jóvenes tuvieran intérpretes femeninas. El director escénico y los directores musicales, Miquel Ortega y José Miguel Pérez-Sierra, han optado por darle este papel a un tenor.

El rey que rabió. Madrid. Teatro de La Zarzuela. Del 20 de abril al 27 de mayo.

Un ensayo de la obra 'El rey que rabió'.
Un ensayo de la obra 'El rey que rabió'.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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