Una crisis que dura ya 4 años
Las tensiones que sufre el PP para cerrar sus candidaturas son el correlato de la crisis permanente en la que vive instalado este partido desde hace cuatro años. Ya en plena campaña de las autonómicas de 2003 las broncas entre Eduardo Zaplana y la persona a la que designó para sucederle, Francisco Camps, eran notorias. Estos desencuentros, lejos de menguar con la victoria electoral, se fueron acentuando con el paso del tiempo hasta el punto de que no resulta exagerado hablar de inquina personal entre los dos dirigentes populares.
Las discrepancias entre ambos tuvieron su reflejo en el comportamiento de sus seguidores. Los zaplanistas llegaron a dejar en minoría en las Cortes Valencianas al Consell en una votación y el encono subió. Apoyado en el presupuesto, Camps fue ganando para su causa a no pocos cargos públicos del PP, auténticos detentadores del poder partidista, hasta reducir al zaplanismo a la provincia de Alicante, donde José Joaquín Ripoll logró una cómoda mayoría en el último congreso provincial. Sobre ese poder territorial, el más claro representante de Zaplana cavó las trincheras de su resistencia a la espera de un gesto de su adversario que le permitiera negociar alguna salida. Camps apostó, como ha sido norma en su trayectoria política, por esperar y ver. El presidente esperaba rodeado de una corte de imputados: el presidente de la Diputación de Castellón, los alcaldes de Alicante, Orihuela y Torrevieja. Esperaba aguantando los escándalos de Terra Mítica y manipulando Canal 9 hasta lo insufrible. Esperaba montado sobre los eventos -de la visita del Papa a la Copa del América- y sobre el victimismo. Pero nunca tuvo un gesto de complicidad con sus adversarios internos. Ni ellos con él, dicho sea de paso. Mientras tanto, las broncas internas aumentaban, Alfonso Rus, presidente provincial del PP en Valencia, provocaba un incendio político colosal en La Safor y en otras comarcas, el vicepresidente del Consell, Víctor Campos anunciaba su despedida de la política, harto de los ninguneos del presidente y de su jefa de gabinete, Ana Michavila. Pero nunca pasó nada. En el PP viven instalados en la crisis. La de las listas es una más. ¿La última?
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