El Madrid ha vuelto
El conjunto de Plaza se impone con autoridad al Lietuvos y conquista la Copa ULEB, su 14º título europeo
Está de fiesta el Madrid. Su triunfo en la Copa ULEB, el 14º en Europa, acaba con años de sequía y catapulta al equipo a la próxima Euroliga, el mejor escaparate posible para un club que necesitaba volver a sentirse grande. Lo ha logrado de la mano de Joan Plaza, un tipo que no hace ruido y que hasta ahora trabajaba en el pelotón de lo anónimos. Pero ha sabido ensamblar un conjunto con carácter, que no racanea, que no negocia con marcadores exiguos. Que es rocoso en la defensa y feroz en el ataque. Un equipo, además, repleto de jugadores que estaban hartos de quedarse a medias. El Madrid ha vuelto y lo ha hecho de la mano del espectáculo. O sea, de la mano del baloncesto.
En tiempos de penuria como los que vive el Madrid, un título europeo, de mayor o menor rango, pero europeo, es la bomba. Y mucho más si su conquista lleva de regalo la presencia en la próxima edición de la Euroliga, una competición sin la que el Madrid no es nadie por mucha sala de trofeos de la que presumir. Todo ello se jugaba ayer el equipo, al que pudo el miedo hasta que Smith, de brazos y piernas inacabables, se acomodó en la línea de tres y sacó el fusil. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis triples cayeron. Y con ellos cayó el Lietuvos, que aguantó entero hasta el inicio del tercer cuerto, cuando el estadounidense se agigantó.
LIETUVOS RYTAS 75 - REAL MADRID 87
Lietuvos: Stelmahers (4), Rush (10), Jomantas (7), Petravicius (8), Nielsen (11); Slezas (3), Lukauskis (0), Delininkaitis (9), Koljevic (9), Zukaukas (5), Batista (9) y Blums (0).
Real Madrid: Raúl López (5), Bullock (16), Mumbrú (9), Hervelle (10), Reyes (16). Tunceri (5), Smith (19), Sekulic (7) y Tomas (0).
Árbitros: Koukoulekidis (Grecia), Facchini (Italia) y Chambon (Francia).
5.600 espectadores en el Spiroudome, de Charleroi. Smith fue elegido el mejor jugador.
4º CUARTO
3º CUARTO
2º CUARTO
1º CUARTO
18-22 23-18 17-29 17-18
Sería la presión, el peso de la historia, el miedo, que es libre. El caso es que el Madrid se pasó medio partido a ciegas, enloquecido a ratos, incapaz de pasar por encima de un rival al que debería ganar dormido. Y si no se descompuso en momentos de flaqueza fue porque enseña a un par de campeones del mundo, que no es poca cosa. Uno de ellos, Mumbrú, arrancó desatado. Su aparición en escena fue un portento. Se hizo grande en el lanzamiento y enorme en el rebote. Hasta cinco rechaces capturó en el inicio, tres de ellos en ataque, maquillando los problemas del equipo en el tiro lejano. El otro se llama Felipe Reyes y es el capitán. Ayer, de nuevo, se pegó con quien intentó robarle el sitio, con todo aquél que le impedía gobernar en las dos orillas. Pero hizo más Felipe. Arengó al público, a los compañeros, a todo el que podía aportar algo a la causa. Ellos dos, casi en exclusiva, mantuvieron en pie a un Madrid que en el inicio se atascó en la dirección, precipitado como estaba sin causa que lo provocara y, lo que es peor, sin encontrar la magia de Bullock.
Presentaba el Lietuvos como mejor credencial a Rush, alero estadounidense que puede presumir de haber compartido cartel con Kobe Bryant, Shaquille O'Neal o Kart Malone en los Lakers, allá por 2003. No les hizo sombra, por supuesto. Pero si el chico estuvo allí sería por algo. Dejó para el recuerdo un formidable partido ante Minnesota en el que, de forma inesperada porque era suplente de los suplentes, logró seis triples en un supiro y llevó a su equipo a la final de la NBA, en la que caería ante Detroit.
Pero aquello queda lejos y Rush, ayer, fue una pieza menor en un equipo que aguantó hasta donde le dio su fortaleza física en la defensa. Sufrió el Madrid más rato del previsto. Y sufrió, sencillamente, por correr mal. El diagnóstico más exacto lo dio Pepu Hernández, el seleccionador nacional, en el descanso: "Cuando puedan correr, que lo hagan. Cuando no, que paren, que le echen calma". Dicho de otro modo, que agoten la posesión. Por ahí se le pudo escapar el partido al Madrid. "Pero eso lo arreglan ahora en el vestuario", sentenció Pepu.
Acertó de pleno. El Madrid que volvió a la tarea tras el descanso era otro. Logró un triple desde su casa Smith, colocó un descomunal gorro Hervelle y el equipo creció de golpe. No era delito dejar correr el reloj y eso hizo, por fin, Raúl López. Ya no aceleraban tres jugadores en la cancha mientras dos se frenaban. El equipo comenzó a funcionar como una máquina. Y ahí sí que estaban en condiciones de aparecer jugadores llamados a resolver. Era el momento de gente como Smith, que saca oro de cualquier lío y, fiel a la cita, de Bullock. Firmaron un triple por barba y el Lietuvos, cuyo único argumento era su feroz defensa y alguna aparición de Nielsen se vio, ya sí y sin remedio, inferior.
Elevó el Madrid sus guarismos, a mayor gloria de Smith, en un último cuarto que no fue sino una explosión de los hinchas madridistas, que, en un número cercano a lo 2.000, viajaron a Charleroi para empujar al que ayer fue un señor equipo que se hartó de autoestima. Y todo ello, desde el ba-lon-ces-to, que diría Pepu. El Madrid ha vuelto y eso son palabra mayores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.