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La reforma de la dársena abre un nuevo espacio ciudadano de ocio en Valencia

Las modernas instalaciones contrastan con el deterioro del cercano barrio de El Cabanyal

Ferran Bono

La reformada dársena interior del Puerto de Valencia, que acoge las instalaciones de la Copa del América, se está consolidando como el nuevo espacio de ocio ciudadano. Ayer, día festivo sin regata, miles de personas desfilaron por las cafeterías, terrazas, parques infantiles y gradas de cara al mar. Se elogiaba el atractivo de las instalaciones, se preguntaba qué pasará después de las regatas y, algunos vecinos de El Cabanyal se lamentaban del deterioro del cercano barrio. En apenas un kilómetro, la arquitectura más contemporánea y sofisticada convive con las casas apuntaladas y la basura en la calle.

"Hombre, esto está muy bien. Espero que le den contenido después de las regatas"
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José Luis y Pilar, una joven pareja de arquitectos pasea por la dársena con su hijo. Dan la bienvenida a la apertura de una zona para disfrute ciudadano y no sólo proyectada para el coche, como es habitual en Valencia, según opinan. Destacan sobre todo el edificio de Chipperfield (Veles e Vents) y critican la transición de la dársena con la playa de Las Arenas. También se interesan por el futuro de las instalaciones, si sólo se va a ocupar con cafeterías o restaurantes.

En la larga cola para cruzar el canal, Carmen y Vicente, un matrimonio residente en El Grau escucha e interviene. "Esto es una maravilla", dice él. "Pero los barrios que van desde la vía del tren [de Renfe] hasta el mar están muy mal", apunta su mujer. "En esta ciudad siempre han faltado espacios públicos", comenta Pilar. "Es una ciudad para el tráfico y encima ahora quieren montar un circuito urbano de Fórmula 1", protestaJosé Luis.

Al otro lado del canal, todavía están en obras en torno al globo que permitirá presenciar las regatas a 100 metros de altura. El propietario italiano del lujoso restaurante recayente al canal Best of Italy aún no ha abierto, pero espera hacer un buen negocio. "Veo que está muy animado, con mucha gente", dice.

El pasado viernes se alcanzó el récord de visitantes durante las regatas. 63.237 personas pasaron por los tornos de las tres entradas a la dársena, provistas de medidas de seguridad similares a las de los aeropuertos. Puertas que, por cierto, esquivan El Cabanyal, cuyos vecinos han de ir hasta la de Aduanas o a la del edificio del Reloj (distantes 750 metros), sin una intermedia. Sí se ha abierto una junto a la playa (a apenas 200 metros de Aduanas).

"Sí, sí, viene bastante gente, ¡eh!. Nosotros lo sabemos porque paseamos por aquí todos los días. Somos trabajadores del puerto. Bueno, ahora jubilados", dice Manolo, en compañía de Enrique. "Todo esto ha mejorado mucho, claro, pero también viene más gente a Valencia por la Ciudad de las Artes. Eso sí, el Puerto ha dejado de ser el espacio familiar de antes, donde cenábamos los vecinos en verano, bailábamos o pescábamos. Allá delante, en el edificio del Reloj", y agrega Manolo: "Lo que no hay derecho es cómo se ha dejado abandonado El Cabanyal. Se ha degenerado adrede, para después construir fincas. Ya no hay apenas comercios en las plantas bajas". "Hay drogas, mucha suciedad, gente de mal vivir y gitanos, que no tengo nada en contra de ellos, pero viven muy a su aire", apostilla su mujer, a la que hasta hace poco el Ayuntamiento no dejaba rehabilitar su casa.

Recién incorporado a la cola para volver al Veles e Vents, un grupo de amigos de Carcaixent bromea. "¿Periodista? Habla con éste, que es economista". "Hombre, esto está muy bien. Espero que no pase como en la Expo de Sevilla y le den contenido después de las regatas. Que se aproveche, como en el Puerto de Barcelona", apunta el economista David. Uno de sus amigos define el ambiente de la Copa como "pijo", aunque el sitio "mola".

"Hoy hay más gente de Valencia y de los pueblos, y también madrileños. Pero en las regatas se veían muchos alemanes, italianos, franceses.... Muy educados, a pesar de que estábamos petaos de trabajo", comenta el encargado de la cafetería-restaurante-pub Defender, justo enfrente del edificio Veles e Vents, lleno de gente, curioseando, tomando café o mirando. Algunos aplaudieron cuando vieron salir a entrenar al barco español Desafío.

Para ser un día nublado y sin regata, había mucho público en la dársena. Al contrario que en las calles de El Cabanyal. Sobre todo, las afectadas por el plan municipal de prolongar la avenida de Blasco Ibáñez. La basura acumulada, las casas abandonadas o apuntaladas ofrecen otra imagen de la Valencia de la flamante Copa del América.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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