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Columna
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Fingimos

Hace años, la luz era un bien escaso. Las sombras formaban parte del mobiliario doméstico y nos relacionábamos con ellas igual que con las mesas, los aparadores, las sillas o los armarios de tres cuerpos. En casa teníamos una habitación en la que ni siquiera había instalación eléctrica. Era nuestra preferida, en ella jugábamos a un juego absurdo, que llamábamos "ver". Consistía en clavar en la pared un interruptor rescatado de la chatarra y accionarlo muy seriamente al entrar. La habitación, que además carecía de ventana, seguía completamente a oscuras, desde luego, pero nosotros fingíamos que estaba iluminada y actuábamos como si nos distinguiéramos sin problemas unos a otros. La recuerdo, paradójicamente, como la habitación más luminosa de mi infancia.

Hace años estuve dándole vueltas a la idea de escribir un libro para niños (los niños, en realidad, eran la coartada) en el que se explicara por qué al accionar una clavija se encendía la luz. A mí no me lo contaron bien, pues no lo entendí, pese a mi obsesión con los interruptores. Por lo general, en la escuela se va de lo general a lo particular y no siempre, en ese recorrido, lo macro y lo micro se encuentran. El funcionamiento de una central eléctrica es un coñazo al menos que uno sea el encargado de ponerla cada día en marcha. Y eso es lo que ocurre en cierto modo cuando se entra en una habitación y se acciona de forma rutinaria la llave de la luz. Gracias a ese gesto mínimo se despierta una maquinaria complejísima cuya actividad se traduce en el estallido milagroso de la bombilla.

Llegué a comprender los entresijos de ese milagro por mí mismo, en la enciclopedia Espasa, de modo que cuando por la noche se hacía la luz, yo sabía de dónde procedía su alimento y el recorrido que efectuaba hasta llegar a mi dormitorio. Desde hace algún tiempo, sin embargo, finjo, como en el juego de nuestra niñez, que veo, cuando no veo nada. Al darle al interruptor no se ilumina en absoluto todo ese lío formado por E.ON, Endesa, Enel, Acciona, Catalana de Gas y la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Creo que a la mayoría de la gente le ocurre lo mismo, que hace como que ve, como que entiende, pero estamos a oscuras.

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