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Crítica:MÚSICA | Clásica
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La gran misa de Bruckner

La Misa en fa menor es la última gran obra sacra de Bruckner, antes de dedicarse en cuerpo y alma al sinfonismo. Obra ante todo sinfónico-coral, da menos papel a los solistas vocales. Es grandiosa en concepto, orquestación y proporciones, y dura más de hora y cuarto. Está estructurada en las seis partes habituales de las misas escritas para la liturgia católica.

En el Palacio de la Ópera de A Coruña, el pasado miércoles, Víctor Pablo creó un sutil clima sonoro al inicio del Kirie, con el canto sucesivo de chelos, violas y violines preludiando en un bello crescendo la aparición del coro: éste fue uno de esos prodigiosos pianissimos que han dado su prestigio al Orfeón Donostiarra.

El brillante estallido inicial que da carácter al Gloria sólo se entiende con un coro así, aunque la fuga final resultó algo confusa de líneas por un excesivo predominio de las voces femeninas. La sencillez del Credo recuerda la llamada fe del carbonero: clara y sin complicaciones formales.

El timbre de los bajos, bello pero algo oscuro, contrastó con la brillantez del Et resurrexit y de la fuga, esta vez con más claridad de líneas corales. El breve Sanctus dejó paso al emotivo Benedictus, con el bellísimo canto de unos chelos como de terciopelo y una serenidad hecha luz en el brillante fugato final. La suave luz inicial del Agnus se transformó en la paz absoluta del Da nobis pacem final.

Orquesta y voces

En conjunto, la Sinfónica demostró su capacidad cantábile. Su titular logró un mejor equilibrio dinámico de lo que acostumbra y, aunque nos sobresaltó alguna que otra imprecisión en los ataques, fue una versión más que digna de la Misa en fa.

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El Orfeón Donostiarra sigue siendo uno de los mejores coros de Europa y lo volvió a demostrar haciendo gala de sus grandes cualidades vocales y musicales, pese a sonar algo desequilibrado, con un predominio excesivo de las voces de mujer sobre las de los hombres. Aunque ayuda, la diferencia de casi diez cantantes no lo explica todo. Hace años hubo una importante renovación de sus voces femeninas que dio el fruto esperado volviendo a sonar frescas y moduladas como pocas. Es posible que haya llegado el momento de renovar paulatinamente las voces de hombres. Su timbre ha perdido una buena parte del brillo que le era propio, aunque sigan sonando redondas.

Atila Jun tiene una voz de bajo cantante redonda y potente, y la proyecta muy bien: es de esas voces que ruedan perfectamente hasta el último rincón de la sala. La coloca algo trasera, lo que se notó más en el Kirie, al tener que cantar prácticamente en frío. Christoph Strehl canta con voz fresca y se oye bien, aunque su color se trastoca al apianar cerrando algo la boca. Anna Stephany es una mezzo de timbre agradable pero su voz corre poco, lo que en el Palacio de la Ópera coruñés se paga caro. Katherine Müller cumplió perfectamente con su parte, tanto en solos como en conjunto.

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