Elogio de la locura
Racing y Athletic marcan ocho goles en los últimos 30 minutos de un partido insólito
Hará años y años que no se da un 5-4 en la Liga. Es decir, el partido de ayer en El Sardinero pasará a la historia para bien, de unos, o para mal, de otros. Nueve goles en un partido, ocho de ellos en la segunda mitad, probablemente impiden cualquier juicio de valor sobre lo ocurrido en el campo y sumergen el encuentro en el terreno de las emociones, las felicidades, los sinsabores o los infartos. Racing y Athletic construyeron un homenaje al fútbol cardiovascular que cayó del lado cántabro como pudo haber caído del lado vasco. De hecho, ya en tiempo de descuento, Iraola estuvo a punto de empatar en el enésimo barullo defensivo.
Probablemente, nueve goles invalidan cualquier juicio crítico sobre las interioridades del partido. A lo sumo, se reducen a la primera mitad, que en nada anunciaban un desenlace similar de la película. El Athletic llegó un par de veces, con dos faltas frontales, cerca del área, y una la transformó Luis Prieto tirando a dar. Disparó sin mirar, a la barrera. El balón tropezó en una bota y se fue para el otro lado. La otra la mandó cerca de Cuenca. Y punto. No hizo más ni buscó más. El Racing, tampoco. Era un equipo espeso, sólo aligerado por la velocidad de Balboa, que demostró a Javi González lo mucho que ha cambiado el fútbol desde que se sentía internacional en potencia. Apenas dio para un par de intervenciones magníficas de Aranzubia, presumiendo lo clásico en estos casos: un acoso cansino y reiterativo del Racing y una defensa complicada y aburrida del Athletic para el segundo acto.
RACING 5 - ATHLETIC 4
Racing: Toño; Pinillos, Rubén, Cristian Fernández; Balboa (Momo, m. 92), Vitolo, Colsa, Serrano (Álvarez, m. 80); Munitis (Juanjo, m. 94) y Zigic. No utilizados: Calatayud; Oriol, Matabuena y Tomás.
Athletic: Aranzubia; Expósito, Prieto, Amorebieta, Javi González; Iraola, Murillo; Etxeberria, Javi Martínez (Garmendia, m. 75), Gabilondo (Yeste, m. 68); y Urzaiz (Llorente, m. 55). No utilizados: Lafuente; Ustaritz, Casas e Iturriaga
Goles: 0-1. M. 7. Luis Prieto, de falta. 1-1. M. 58. Cristian Fernández, de cabeza. 1-2. M. 62. Etxeberria. 2-2. M. 65. Garay, de penalti. 3-2. M. 69. Zigic, de cabeza. 4-2. M. 77. Murillo, en propia puerta. 4-3. M. 79. Etxeberria. 4-4. M. 82. Iraola, tras una falta sacada por Yeste. 5-4. M. 88. Zigic, tras tocar Vitolo y luego Munitis.
Árbitro: Velasco Carballo. Amonestó a Toño, Serrano, Munitis, Zigic, Expósito, Amorebieta, Iraola y Murillo.
19.126 espectadores en El Sardinero.
Pues no. Los partidos, efectivamente, tienen vida propia, que incluso excede a las condiciones de los futbolistas. Tras otra parada de Aranzubia a remate de Garay, se abrió la tómbola futbolística, el desorden, la imaginación, los accidentes, la puntería, todas las artes del fútbol, buenas y malas, que a veces convierten este juego en algo tan enigmático como apasionante. En 30 minutos se marcaron ocho goles, es decir a un ritmo de casi uno cada cuatro minutos. Al Athletic le hizo daño especialmente uno, el que marcó Garay aprovechando un penalti absurdo de Murillo. Antes se había adelantado Etxeberria y a los tres minutos se le volvía a hundir el mundo. El resto fue un intercambio de golpes. Zigic se adueñó del área y golpeó dos veces, Etxeberria e Iraola respondieron de igual manera. Casi, casi, cada jugada se convertía en gol por aciertos de unos y deméritos de otros. El Racing jugaba a la contra (la peor jugada para el Athletic) y el Athletic se imponía en el juego aéreo (por dos veces habilitó Llorente a Etxeberria con la coronilla).
Y venga goles, al más viejo estilo inglés. Para entonces ya sobraban los entrenadores, condenados a un papel tan secundario como el del cuarto árbitro: yo hago cambios, tú los apuntas. Y Zigic, que vivía su tarde de gloria con dos goles y medio (el que metió con Murillo en el enésimo centro de Munitis). Y Etxeberria (dos años sin marcar en San Mamés), que hacía dos goles. Y venga y dale, hasta el punto de que incluso tras el quinto gol del Racing, en el minuto 88, Toño tuvo que meter una mano prodigiosa para repeler un disparo de Iraola tras otra peinada de Llorente. Era el elogio de la locura y quizás todo ocurrió porque el Athletic jugó con pantalones blancos y ya se sabe lo que le pasa al Athletic cuando le tocan los pantalones...
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