La retratista del París de los 'años locos'
La pintura de Tamara de Lempicka se presentará en Vigo acompañada de reconstrucciones de los ambientes que rodearon su excéntrica y 'glamourosa' vida
Tamara de Lempicka llegó a París huyendo de la revolución bolchevique, con su marido y una hija. Con apenas 20 años dejaba atrás una vida acomodada, de fiestas en Moscú y San Petersburgo, estudios en Suiza y viajes de placer por toda Europa. Sin dinero ni relaciones, la joven encontró en su talento para la pintura una buena fuente de ingresos y la vía de entrada a una frenética vida social. En el París de los años 20 Tamara pintaba retratos a la alta sociedad, disfrutaba de la diversión en cafés y cabarés, vestida de alta costura y enjoyada, y acababa muchas noches en tugurios de mala muerte.
Excéntrica, vanidosa, bisexual, de una personalidad arrolladora, creó un personaje a la medida de los años locos de entreguerras. Triunfó en la pintura y en la vida social, hasta que las sombras del nazismo oscurecieron la vida en Europa y decidió, otra vez, huir a los Estados Unidos. En los años 40 su prestigio como pintora de retratos fue declinando y el peso del personaje mundano acabó por eclipsar su carrera. Convertida en baronesa Kuffner ya no necesitaba recibir encargos de gente adinerada para sobrevivir y dejó de pintar retratos. A partir de entonces el arte de la vieja dama dejó de interesar, pero ella seguía alimentado el personaje novelesco que siempre quiso ser.
El personaje que la pintora creó relegó a un segundo plano el valor de su obra
Nunca dijo la verdad sobre su fecha de nacimiento. Debió de ser alrededor de 1898 en Moscú, pero ella prefería quitarse años y divagar sobre su origen polaco. Sus relaciones con hombres y mujeres y su afición a la cocaína fueron puestos a la altura de su pasión por las joyas, elementos para añadir glamour a su existencia. Tamara de Lempicka falleció en 1980, poco después de que Alain Blondel, un galerista parisino comenzara la ardua tarea de recuperar el prestigio de su pintura, más allá de la etiqueta de "pintora art decó" que le deparaban las enciclopedias de arte.
Una exposición en la Casa das Artes de Vigo, patrocinada por Caixa Galicia, presentará por vez primera su obra en España a partir del 19 de abril. La exposición se ocupará de las dos facetas: la retratista singular y el personaje que relegó a la artista a un segundo plano. Una selección de unos 40 cuadros, seleccionados por el comisario de la exposición, Emmanuel Bréon, director del Museo de los Años 30, de Boulogne-Billancourt, una villa de la periferia de París, presentará la obra de Tamara de Lempicka. Los retratos realizados entre 1920 y 1940, la agitada época parisina, mostrarán su dominio del dibujo, los colores fríos, el aspecto metálico de los cuadros, y los fondos de arquitectura de una pintura que encontraba su inspiración en el Renacimiento italiano y en el neocubismo.
La personalidad de Tamara de Lempicka se evocará en la exposición a través de la reconstrucción de las estancias donde la pintora vivió. El dormitorio de su casa de París, decorado con mobiliario modernista, o su apartamento de Nueva York, donde se podrán ver grandes fotografías de la pintora, presentarán la parte más íntima de su carácter.
Entre los cuadros elegidos estará el Retrato de Thadeusz Lempicki (1928), el primer marido de la artista. La obra, propiedad del Centro Pompidou, está depositada en el Museo de los Años 30, y se muestra como una joya de la pintura de retrato de la época. Pero Tamara se mostraba más libre en los retratos de mujer y en los desnudos. "En los retratos de mujeres la puesta en escena es diferente: son conquistadoras, con la boca bien perfilada y las uñas pintadas de rojo. Los hombres eran representados como simples animales de compañía", dice Bréon.
El mejor ejemplo de las mujeres que pintó Lempicka en la exposición será el Retrato de la duquesa de La Salle, una íntima amiga de la artista a la que plasmó vestida de amazona, palabra que se utilizaba en el argot de la época para referirse a las lesbianas. Fue un cuadro muy especial: no sólo es de un formato mayor que el habitual en la artista, sino que lo conservó en su casa durante años.
Blondel organizó en 1972 una exposición de los viejos retratos de Tamara de Lempicka. La pintora aceptó con reservas la idea de presentar aquellos cuadros "pasados de moda", pero la exposición fue un éxito que rescató del olvido su obra. Se vendió un tercio de los cuadros expuestos, a unos 15.000 euros cada uno. "Fue una gran alegría para los últimos años de su vida, aunque el verdadero reconocimiento llegó despues de su muerte", recuerda Blondel. "Su síntesis de imágenes fueron iconos de su época, pero a la historia del arte oficial le cuesta aceptar su obra porque estuvo al margen del movimiento artístico. Tuvo éxito social pero no entró en las vanguardias artísticas. Su papel como arquetipo de una época sobrepasa su valor artístico".
Entre celebridades
Desde que el galerista Alain Blondel rescatara del olvido la pintura de Tamara de Lempicka sus potentes retratos han sido demandados por compradores que encajan con el gusto por la celebridad y el espectáculo de su autora. La pintora sería feliz al presumir de que Madonna, coleccionista de su obra, utilizó sus pinturas en video-clips de sus canciones y llevó de gira por medio mundo una reproducción de su cuadro Andrómeda, pintado en 1927 o 1928, un desnudo femenino realizado en su época más gloriosa. A su hija, Kizette, no le agradó tanto la idea y demandó a Madonna por utilizar obras de su madre, previamente modificadas, en sus vídeos. El pago de una compensación de 10.000 dólares (unos 7.500 euros) zanjó la disputa.
La subasta de la colección art decó y art nouveau de Barbra Streisand en 1994 dio el impulso definitivo a la cotización de Lempicka. El cuadro Adán y Eva (1931) fue adjudicado en la sala Christie?s de Nueva York por casi dos millones de dólares, más del doble de lo que estaba previsto.
La venta de Adam y Eva desató el interés por su autora. Sharon Stone y Jack Nicholson compraron obra de Lempicka, pero también en el ámbito de los museos se empezó a mirar su pintura de otra manera. Una exposición recorrió cuatro ciudades japonesas en 1997 y en 2004 la Royal Academy de Londres organizó una gran retrospectiva.
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