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Crítica:TEATRO | Visitando al Señor Green
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una historia conversada

Una coreografía muy despejada, muy neoyorkina, de una especie de Loft algo descuidado alberga un encuentro inesperado que tendrá múltiples desarrollos, incluso en sus implicaciones con la cultura judia, a lo largo de su recorrido. El anciano Sr. Green es un tintorero jubilado que recibe un jueves la visita de un joven bien dispuesto. No es otro que el que lo atropelló semanas atrás, y que ha sido condenado a ayudar al anciano un día fijo a la semana durante dos horas de la tarde noche.

A partir de un arranque semejante, y por huraño que sea el protagonista (el magnífico Juan José Otegui, tan curtido que ni siquiera necesita simular el cansancio para interpretarlo), va de sí que la pareja irá intimando y redescubriéndose, así que no es en esa líneas donde se aporta nada nuevo. Se trata, en realidad, de una especie de tour de force interpretativo, donde las visitas semanales se condensan en breves escenas separadas por sus correspondientes oscuros, a medida que va avanzando la relación entre los protagonistas y la confesión de algunos detalles relevantes de sus vidas, unas vidas en las que desde casi el principio tiene un papel de cierta importancia las alusiones a la condición judía.

Visitando al Señor Green

De Jeff Baron, en versión de Bernardo Sánchez Salas. Intérpretes, Juan José Otegui, Pere Ponce. Vestuario y escenografía, Ana Garay. Iluminación, Juan Gómez Cornejo. Música, Yann Diez Doyzy. Dirección, Juan Echanove. Teatro Rialto. Valencia.

La obra tiene altibajos, al compás del mayor o menos interés de la información que aporta cada escena, en una progresión dramática sobre un único filo, y donde, como el que no quiere la cosa, se van soltando observaciones muy meditadas sobre la vida en Nueva York, la inmigración judía de posguerra, la soledad de la vejez solitaria y otros temas de alto interés humano, aunque el asunto principal es la soledad humana y la posibilidad de remediarla. Un asunto que Juan Echanove dirige sin alardes y con eficacia y en el que destaca, junto a la escenografía, el muy elaborado trabajo de Juan José Otegui.

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