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EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

Los mil gestos que los acusados hacen cada día a sus abogados

Antonio Jiménez Barca

A los encarcelados, dentro del habitáculo de cristal blindado, no se les oye desde fuera. Pero eso no significa que no se comuniquen con quien más les interesa: con sus abogados, que sentados enfrente, reciben constantemente mensajes en forma de gestos y movimientos de manos que se ven obligados a descifrar.

Ayer, Jamal Zougam, acusado de poner las bombas bajo los asientos del tren que explotó en el Pozo, dormitaba en una esquina de la pecera, pero se levantó de repente, se colocó cerca del cristal para que su abogado le viera bien y con las manos hizo un gesto idéntico al de un entrenador de baloncesto que solicita cambio.

Ese movimiento, en el lenguaje del juicio del 11-M, significa "quiero hablar contigo después". Su abogado captó el mensaje y asintió con la cabeza.

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Y Rabei Osman, El Egipcio, se dirigió al suyo en otro momento de la vista y, haciendo el mismo gesto que Zougam, añadió el de echarse una mano a la boca con los dedos en punta, el típico gesto de quien tiene hambre. Su abogado, Endika Zulueta, explicó después lo que quería decir: "Que bajara a verle después de comer".

Zulueta comenta que, en su caso, los gestos a veces son difíciles de entender por el mismo idioma: "No es que no le oiga a través del cristal, es que él no entiende español y yo no sé nada de árabe, con lo que todo es mucho más difícil". Y añade: "Entiendo que la gente que viene a ver los juicios, o las víctimas, se extrañen de vernos gesticular así, a veces puede parecer incluso ofensivo, como si estuviéramos jugando entre nosotros, pero es necesario: mediante estos gestos los acusados nos avisan de preguntas vitales a los testigos o nos recuerdan datos útiles".

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Por eso, al comienzo de la vista, a las diez de la mañana, o en los descansos, los abogados defensores se acercan a la pecera. Ayer lo hizo el de Rafá Zouhier, el hombre acusado de poner en contacto a los ex mineros que vendían explosivos con los islamistas. El letrado le enseñó a través del cristal el poema de amor escrito por Zouhier en el que elogiaba a Bin Laden y que su ex novia había filtrado a la prensa.

Zulueta también pasa todos los días cerca de El Egipcio: "Le sonrío. Aunque sólo sea eso: le sonrío. Es algo humano. Él no tiene familia aquí. Soy la única persona que se dirige a él exceptuando presos y policías".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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