Dos gremios
El problema no es saber cuál de los dos gremios tiene razón en este enfrentamiento entre productores y exhibidores de cine y productores y programadores de tele. Estamos tan acostumbrados al maniqueísmo, al conflicto bipolar y al duelo sin cuartel entre un par de gremios ideológicos, que nada más normal que ahora restalle aquella vieja batalla entre el cine y la tele y que creíamos olvidada.
Los del cine siguen considerando que los largometrajes de su industria, la hora y pico de ficción, son elemento fundamental en la programación TV, y por lo tanto, la industria televisiva debe financiar las películas, sobre todo las nacionales. Pero los ejecutivos de la pequeña pantalla, más globalizados, responden que el cine no es lo que era y que las pelis apenas son rentables en el actual share, exclusivamente basado en los realities importados, las series de importación, los concursos (también importados) y esa papilla rosa de producción nacional.
El verdadero problema consiste en que, de entrada y en teoría, seguimos considerando que la producción y distribución de películas, sean las que sean y vengan de donde vengan, es muy superior (culturalmente hablando) a la producción y distribución de productos tele. Pero los de Uteca (la asociación de nuestras televisiones privadas) suelen responder muy mal a las demagogias de nuestros queridos héroes de cine. ¿Cómo que los productos cine son superiores en calidad, y por definición, a los de la tele? ¿Se puede pronunciar todavía esa antigualla de cine-club al cabo de Los Soprano, Prison Break, A dos metros bajo tierra, Perdidos, El ala oeste de la Casa Blanca o Principal sospechoso? ¿Dónde reside el profundo misterio de tanta asimetría cultural entre las dos pantallas?
Mientras el viernes discutían esa ley del siglo pasado, resulta que la paradoja es la misma en los dos gremios y amenaza por igual a ambas industrias. Nunca vimos tanto cine de estreno desde que desertamos de las salas cinematográficas, y nunca hemos visto tantas y tan buenas series desde que decidimos ver la tele en otras pantallas, al margen del tótem familiar del cuarto de estar.
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