Actrices con libertad vigilada
Son jóvenes, la mayoría de clase humilde, cumplen condena por trapichear con drogas y salen a escena para sentirse menos presas. Un furgón de la Guardia Civil las lleva desde la cárcel de Alcalá-Meco al teatro. En dos décadas, las presas actrices del grupo Yeses han hecho 29 títulos, decenas de giras, cientos de representaciones y un par de temporadas breves en los teatros Galileo y Alfil. Elena Cánovas, su directora, funcionaria de prisiones, empezó a hacer teatro en la cárcel, se empeñó en sacarlo a la calle, consiguió que se autorizara participar a presas sin permiso de salida y fichó a actores profesionales para interpretar los papeles masculinos. Esta combinación ha dado espectáculos explosivos. Mal bajío (1989), el primero que vi, escrito por ella y por dos internas de Yeserías, dramatiza la cuesta abajo de una chica encarcelada injustamente, su muerte en el chabolo, el amotinamiento de sus compañeras, la intervención de los antidisturbios... Es ficción, pero rezuma documento: presas interpretando a presas. ¡Tararí!, el último espectáculo de Yeses, está en otra línea. En un juguete cómico subversivo escrito en 1929 por Valentín Andrés Álvarez, autor a quien Ortega y Gasset llamaba "el hombre que siempre está dejando de ser algo", porque coqueteó con casi todo: fue físico, aprendiz de astrónomo, filósofo vocacional, poeta incipiente y novelista antes de obtener la cátedra de economía política de la Universidad de Oviedo y de encauzar una carrera brillante en ese campo.
¡Tararí! plantea con desenfa
do el conflicto entre la razón, encarnada por el personal de un sanatorio psiquiátrico, y la espontaneidad de los locos, que se rebelan contra sus guardianes, los encierran y consiguen suplantarlos con éxito. Intercambiados sus hábitos, los cuerdos parecen lunáticos: nadie les cree. El nuevo orden se consolida. Andrés Álvarez derrocha humor paradójico. Don Paco, el raissoneur de esta farsa, es un matemático orate que acaba liderando a sus compañeros ("únicamente yo que no sirvo para vigilante ni para portero ni para criado puedo ser vuestro jefe"). Pedro Forero, su intérprete, es el verdadero anclaje de esta función. Pero los momentos más divertidos son de Rubén Cobo, un talento por descubrir cortado con la plantilla interpretativa castiza y perpleja de Manuel Alexandre: encarna a un tendero que viene procurando el ingreso de su hermano gemelo filósofo, y acaba en su lugar. Las interpretaciones de las presas no tienen la definición de las de sus compañeros actores, pero sí encanto naíf y una vitalidad necesaria que no se encuentra a menudo en el teatro profesional.
Yeses no es una isla. Una veintena de grupos teatrales penitenciarios españoles continúan hoy una tradición documentada, poco y mal, desde 1940. No hay memorias que relaten ni cuantifiquen toda esta actividad, cuyo hito fue el Teatro Escuela del Penal del Dueso (Cantabria), comandado por Cipriano Rivas Cherif, ex director de la compañía de Margarita Xirgu y renovador del teatro español. Rivas, secuestrado en el sur de Francia por policías alemanes, reprodujo en la cárcel franquista entre 1943 y 1945 el esquema de su Teatro Escuela de Arte republicano, implantó un programa de formación reconocido por el Sindicato Nacional del Espectáculo y creó una compañía profesional con reclusos. Entre ellos había muchos comunistas y un grupo de maestros. Su curso, envidia de escuelas de arte dramático, incluía talleres de pintura, sastrería, decorados..., en los que Rivas Cherif hizo construir una cúpula Fortuny para iluminar la escena a la última. Juan Sánchez Ralo, director de la prisión y apasionado del teatro, cedió un ala entera del edificio para esta actividad.
La compañía de El Dueso representó en el penal dos obras de O'Neill que fueron estreno en España, y montó a los clásicos. Tras una función de El alcalde de Zalamea, Benavente le confesó: "Cipriano, desde antes de la guerra no había vuelto a ver verdadero teatro. Hoy lo he visto". Una vez cumplida su condena, acortada por beneficios penitenciarios, los ex presos actores debutaron en el Teatro Lara y en el Cómico. Miguel Maciá, el predilecto de Rivas Cheriff, le acompañó al exilio mexicano.
¡Tararí! Valdemorillo. Centro Cultural Giralt Laporta. La Paz, s/n. 24 de marzo.
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