'Bramido'
Millás y la pléyade de maravillosos columnistas madrileños homenajean de vez en cuando a María Moliner y su imprescindible aportación clarificadora. A mí me gustan más Manuel Seco y sus dos colaboradores que me ponen en contacto, como el colombiano Cuervo y Caro, con la inserción de la palabra en la literatura. Así la práctica más en boga de la hora presente es el bramido. Brama casi media España -sobre todo Madrid- helando corazones. No deja de ser notable el ánimo de hacer naufragar incluso la bonanza económica con tal de achicar espacios.
Para el secoandrésyramos de mi cabecera, el bramido es la angustia de un toro de Díaz Cañabate. Pienso en los toros lorquianos "mugiendo como dos siglos, hartos de pisar la tierra". La última vez, en Pamplona, indiferentes a la realidad más palmaria. Ojalá pronto, calladitos y respetuosos -desbramados no lo permite el diccionario- de un ramalazo de verismo para lo que Seco cita Juegos de la edad tardía: "Con tanto detalle y tal verismo que acabaron resignados a la certeza". Eso: el Seco.
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