Francisco Ayala inaugura en Granada la fundación dedicada a su obra

El escritor Francisco Ayala acudió ayer, a sus 101 años, a la inauguración de la fundación que albergará su legado, ubicada en el Palacete Alcázar Genil de Granada. El autor paseó por las estancias que guardarán los tesoros de su pensamiento, los fetiches de su existencia y la importancia de una obra construida en torno al compromiso.

El remozado palacete cedido por la Junta alberga una biblioteca especializada en la obra de Ayala con primeras ediciones, archivos y fondos documentales, fotografías y audiovisuales, además de una selección de literatura contemporánea universal. Su inauguración culminó ayer los actos organizados en torno al centenario del escritor.

Ayala demostró que conserva intacta su habitual cáustica: "Diré muy pocas palabras en beneficio de ustedes", avanzó. El autor sólo tuvo palabras de agradecimiento para la ciudad. "Granada me confirió la concepción del mundo, por lo que ha sido esencial para mí. En este lugar aprendí cuál es la relación del ser humano con la tierra y el lugar en el que eso se aprende es la patria de cada uno", confesó.

Sin embargo, después de cien años, aquella ciudad, aquel mundo que le vio nacer, ha cambiado mucho. Durante sus años infantiles, Ayala se mudó al barrio del Albaicín, el lugar en el que se apoyan sus primeros recuerdos. Lejos de aquellos aires altos del Albaicín, pero en la misma ciudad y junto al mismo río, la Fundación Ayala se ha instalado definitivamente de la mano del poeta Rafael Juárez, su mayor responsable. En opinión de Juárez, desde ayer el palacete Alcázar Genil se ha convertido en "un lugar para compartir la vida ejemplar y la dignidad de una persona como Ayala".

Además de la nueva sede, ayer se presentó el documental Francisco Ayala. La ilusión perseguida, dirigido por Javier Rioyo con la colaboración de Luis García Montero, comisario del centenario. "La centenaria vida de Ayala está llena de recuerdos y olvidos. Ni nostálgico ni sentimental, Francisco Ayala es un contemporáneo. Sin banderas, pero con convicciones", definió Rioyo.